2018/04/24

La leyenda negra española - (6-9) - Antonio Pérez

La leyenda negra española - (6-9) - Antonio Pérez

Continúo desarrollando en esta sexta entrega otro de los argumentos que cimentaron la leyenda negra española. Felipe II fue el monarca bajo cuyo reinado alcanzó España la máxima influencia internacional de su historia. Ese papel de liderazgo mundial la implicó en numerosos conflictos armados en los territorios dominados, o con los reinos que combatían esa hegemonía en el concierto europeo. Los conflictos de religión provocaron frecuentes confrontaciones, donde el rey español fue el adalid de la defensa del catolicismo de Roma frente a las desviaciones protestantes. Fue en esta época, y fundamentalmente en el conflicto con los rebeldes flamencos, donde surgió una acción panfletaria y propagandística contra España, su rey, sus instituciones y el pueblo español en general. Una vez más en la historia, fue el español Antonio Pérez, secretario de Felipe II, resentido y traidor a su patria, quien contribuyó a la propagación del descredito de su rey y de su país.


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I – Felipe II

El rey Felipe II (1527-1598), conocido como El Prudente, accedió al trono en 1556 tras la abdicación de su padre Carlos I, que fallecería dos años más tarde. Fue soberano de España, Cerdeña, Nápoles, Sicilia, Portugal, los Países Bajos, el Franco Condado, el Charolais, el Ducado de Milán, posesiones en el norte de África, Filipinas, posesiones portuguesas en África y Asia y las colonias americanas desde Alaska hasta Tierra de Fuego. Los dominios españoles constituían un imperio de auténtica dimensión mundial con territorios en los cinco continentes y en el que nunca se ponía el sol.
Mapa indicativo de los dominios de Felipe II

El poder español sobre tantos territorios acarreaba simultáneamente numerosos conflictos, siendo sus principales antagonistas Francia, Inglaterra y los Países Bajos en Europa y el imperio otomano en el Mediterráneo. Todo este entramado político se vio complicado por los conflictos religiosos derivados del protestantismo. Martín Lutero publicó sus 95 Tesis en 1517 en Wittenberg, dando paso a la Reforma protestante. Carlos I, en aquel momento como emperador del Sacro Imperio Romano, y luego su hijo Felipe II, se alzaron como abanderados de la defensa del catolicismo romano. La posición frente a las creencias religiosas de cada uno de los bandos, también enmascaraba las luchas políticas nacionalistas para conseguir la independencia, o simples conflictos entre las familias reinantes para defender o atacar las respectivas influencias geoestratégicas de la época. El conflicto religioso hay que entenderlo también en función de sus implicaciones jurídicas. Los reyes legitimaban su poder por ser otorgado directamente por Dios, como bien se encargaban de recordar en las monedas, donde rezaba p.e. “Carlos II, Rey por la Gracia de Dios”. Nadie cuestionaba la legitimidad real en tanto se respetara la línea sucesoria. Las buenas relaciones entre la corona y el papado eran esenciales, ya que una excomunión suponía perder ese derecho divino. Al romperse la unidad religiosa con la aparición del protestantismo, y no aceptar éstos la autoridad del papa, esa legitimidad se rompía, siendo aprovechada por los nacionalistas protestantes, considerándose legitimados para discutir la autoridad de un rey que profesaba otra religión, y en consecuencia luchar por su independencia.

Felipe II ha sido considerado como un rey extraordinariamente trabajador, austero, prudente y arquetipo de virtudes, mientras que sus enemigos lo han calificado como un ser criminal, despótico, fanático, además de bígamo, incestuoso y asesino de su propio hijo. Voy a analizar algunos de los puntos en los que se basan las descalificaciones magnificadas que han alimentado la leyenda negra española.

Esposas Maria-Manuela de Portugal y Maria I de Inglaterra

Felipe se casó cuatro veces. Su primera esposa fue María-Manuela de Portugal, cuando ella solo tenía dieciséis años, con quien tuvo un único hijo en 1545, el príncipe Don Carlos, falleciendo la madre como consecuencia del parto cuatro días después. Esta esposa era prima hermana por partida doble, de forma que el príncipe solo tenía cuatro abuelos en lugar de los ocho que sería normal. La consanguineidad era muy elevada, equivalente a la de un hijo entre hermanos, lo que explica las taras del príncipe que luego comentaré.

La segunda esposa fue María I de Inglaterra, prima hermana de su padre, contrayendo nupcias en 1554, cuando la reina tenía treinta y ocho años, falleciendo ésta dos años más tarde en 1556 sin haber dejado descendencia. La tercera esposa fue Isabel de Valois, con la que se esposó en 1559, cuando ella solo tenía trece años, y con la que tuvo cinco hijas, si bien solo dos sobrevivieron.

Esposas Isabel de Valois y Ana de Austria

La cuarta esposa fue su sobrina, la archiduquesa Ana de Austria, con la que se casó en 1570 cuando ella contaba veintiún años, y que era hija de un primo de Felipe y de una de sus hermanas. Vemos que las familias reales reiteradamente se casan entre sí, para mantener los lazos familiares y dinásticos estrechamente unidos entre las distintas ramas de la familia, fortaleciendo los pactos entre los territorios que dominaban. En este matrimonio tuvo cuatro hijos y una hija, si bien cuatro de ellos murieron de corta edad antes de los ocho años, solo sobreviviendo Felipe, que finalmente sería su sucesor como Felipe III.

Felipe II tuvo una amante durante varios años, llamada Isabel Osorio, hija del regidor de Burgos y de ascendencia judeoconversa. Con ella tuvo dos hijos varones, que hizo pasar por sobrinos, habiéndole dejado el rey cuantiosas rentas. Esta dama nunca se casó, viviendo en su palacio de Burgos hasta su muerte en 1589 a los sesenta y siete años. Según la leyenda negra el príncipe Felipe le habría entregado un documento secreto en el que la reconocía como esposa, todo ello antes de su primer enlace real, de donde vendría la acusación de bigamia hecha por Guillermo de Orange en su Apología.

Isabel de Osorio - Amante de Felipe II

Felipe II durante su reinado tuvo que hacer frente a diversos conflictos internacionales con las potencias de la época:
- Terminó la guerra con Francia, originada durante el reinado de su padre Carlos I, con la victoria en la batalla de San Quintín en 1557, en cuya conmemoración mandó construir el monasterio de S. Lorenzo de El Escorial.
- Se inició el levantamiento de las provincias flamencas, las llamadas Provincias Unidas del norte, donde predominaba el protestantismo, que darían lugar a la guerra de los ochenta años (1568-1648).
- Se produjo la Rebelión de las Alpujarra en 1568-1571, una guerra terriblemente cruel de los moriscos del reino de Granada.
- Guerra contra el imperio otomano, donde, encabezando la Liga Santa, se formó una gran escuadra que derrotó a los turcos en la batalla de Lepanto en 1571.
- Se produjo la anexión del reino de Portugal en 1580, como heredero, y después de la batalla de Alcántara contra el otro pretendiente al trono, el prior Antonio de Crato.
- Guerra con Inglaterra, originada por la ayuda que prestaba a los rebeldes holandeses de las Provincias Unidas contra el dominio español, además del constante hostigamiento a los barcos y posesiones americanas por medio de sus corsarios. En 1585 decide mandar una gran flota para invadir Inglaterra, la Grande y Felicísima Armada, llamado por los ingleses la Armada Invencible, dando origen a la guerra anglo española (1685-1604), que terminó con el Tratado de Londres favorable a España. La invasión de Inglaterra no pretendía la anexión del reino, sino derrocar a la reina Isabel I, respondiendo también a la ejecución de María Estuardo.

Monasterio-Palacio de S. Lorenzo de El Escorial - Conmemorativo de la victoria de San Quintín

Todo este impresionante poderío, que marca el cénit de la influencia hispana en el mundo, no contribuyó en absoluto en el bienestar de la población. Los conflictos europeos, y las guerras que provocaban, consumieron todos los recursos provenientes de América, además de ejercer una presión fiscal insoportable en los habitantes del reino. Los impuestos monetarios, y la aportación de hombres para la guerra, fueron unas cargas tan pesadas que a la larga resultaron insoportables.

2- Príncipe Carlos de Austria – Don Carlos

Ye he indicado que Don Carlos fue el Príncipe de Asturias, heredero de la corona española, hasta su fallecimiento a los veintitrés años (1545-1568). Recuerdo una vez más que sus padres eran primos hermanos por partida doble, con el consiguiente alto grado de consanguineidad.

Secretario Antonio Pérez y Príncipe Don Carlos de Austria

Don Carlos era de naturaleza enfermiza, con malformación de la columna, lo que le impedía andar erguido, además de provocarle una evidente deformidad y ostensible cojera. Sufrió de malaria a los 11 años, padeciendo episodios de fiebre el resto de su vida.  Además de los problemas físicos sufría otros de tipo psíquico, con rasgos sádicos, ya que le divertía asar liebres vivas, y se cuenta que en una ocasión cegó a los caballos de la caballeriza real. También arrojó por la ventana a un paje por haberlo incomodado y ordenó flagelar a una sirvienta por el placer de verla sufrir, además de intentar matar en público al Duque de Alba, y en otra ocasión a Don Juan de Austria. Estos comportamientos anómalos son solo un ejemplo de su evidente desequilibrio psíquico. Cuando contaba diecisiete años sufrió un grave accidente, al caerse por una escalera de caracol cuando perseguía a una sirvienta. A causa del traumatismo sufrido estuvo en trance de muerte, pero después de practicarle una trepanación, milagrosamente sobrevivió.

Felipe II lo nombró miembro de los Consejos de Castilla y de Aragón en 1564, con objeto de iniciar su preparación para afrontar responsabilidades mayores. El príncipe exteriorizó su descontento, porque era un cargo sin autoridad alguna, y él pretendía ser nombrado rey de los Países Bajos. La crítica situación de estos territorios, unido a la propia inestabilidad del príncipe aconsejaron al rey a no acceder a ese deseo. Entró entonces el príncipe en contacto con representantes de los rebeldes flamencos, planeando huir a esos territorios para coronarse rey. Informado el rey de la traición que planeaba su hijo, en enero de 1568 ordenó enclaustrarlo en sus aposentos, controlando sus comunicaciones con el exterior. El príncipe se reveló iniciando una huelga de hambre, que unido a sus episodios febriles, y a su ansia de beber agua helada y dormir sobre nieve para combatirlos, además de su natural debilidad física, lo condujeron a la muerte en julio de ese mismo año 1568.

Guillermo de Orange convirtió este triste acontecimiento en algo completamente diferente que favoreciera sus intereses políticos, siendo recogida esta fantasía por la literatura romántica, mucho más atractiva que la cruda realidad.  Según su interpretación, el joven príncipe se enamora de la jovencísima y bella Isabel de Valois, la tercera esposa de su padre. Los jóvenes enamorados luchan contra el siniestro rey por su apasionado amor, mientras los Países Bajos se debaten en su lucha contra el implacable rey español por conseguir su libertad. Presenta al príncipe como defensor de las libertades de los flamencos contra la opresión de su cruel padre, quien finalmente termina por asesinar a su propio hijo.

Friedrich Schiller, en pleno movimiento romántico, escribió el drama Don Carlos, que recoge la referida historia romántica que nada tiene que ver con la realidad. También Giuseppe Verdi, en su ópera Don Carlos, reitera la ficción romántica de un joven príncipe valiente e idealista defendiendo la libertad frente a su padre, un rey viejo, cruel y represor. Una vez más vemos que una mentira, cuando ha sido adecuadamente creada y convenientemente propagada, es más fácilmente aceptada que la cruda realidad.

3- Antonio Pérez

Antonio Pérez del Hierro (1540-1611) fue hijo de Gonzalo Pérez, uno de los más prestigiosos secretarios de Carlos I y Felipe II. Fue educado en las mejores universidades de su tiempo, Alcalá, Salamanca, Lovaina, Padua y Venecia. Unía a su gran cultura una viva inteligencia y brillantes dotes diplomáticas, por lo que fue nombrado secretario de cámara del príncipe Felipe, y luego, a la muerte de su padre, secretario y Consejero de Estado de Felipe ya como rey. Dadas sus altas cualidades diplomáticas, tuvo gran influencia sobre Felipe II, pero su gran ambición lo condujo a pretender mayores atribuciones, lo que despertó la desconfianza del rey.

La princesa de Éboli

La princesa de Éboli, Ana Mendoza de la Cerda, quedó viuda de Ruy Gómez de Silva en 1573, un noble portugués que ocupó puestos de la máxima responsabilidad en la corte, como amigo personal que fue del rey desde la infancia. Ana pertenecía a una de las familias nobiliarias más poderosas de la época. Era una mujer de gran talento y belleza. Su nota característica era el parche que tapaba su ojo derecho. No se conocen con exactitud las causas de esa pérdida ocular, siendo la teoría más extendida que fue un accidente infantil en un juego de esgrima. Durante su matrimonio tuvieron diez hijos, para quienes consiguió una posición destacada. Una vez viuda se trasladó a la corte donde tuvo un destacado papel entre la aristocracia. La estrecha vinculación que tenía su marido con el rey hizo que también ella jugara un papel destacado en sus relaciones con el monarca. Hay quien afirma que pudieron ser amantes. Lo que parece más evidente es que entabló una relación con Antonio Pérez, donde además del campo sentimental entraron en juego asuntos de intrigas palaciegas, tráfico de influencias y venta de secretos oficiales en beneficio de ambos.

Juan de Escobedo, pariente de la princesa de Éboli, fue protegido de su esposo, a quien acompañó, en distintas misiones internacionales, como secretario en sus años de vida política. Después del fallecimiento de Ruy Gómez fue propuesto por Antonio Pérez como secretario de Juan de Austria, con la pretensión de tener un confidente cerca del hermanastro del rey. Lo cierto es que pronto Juan de Escobedo y Don Juan de Austria alcanzaron una gran amistad, desbaratando el plan de espionaje de Antonio Pérez.

Juan de Escobedo viajó varias veces a España desde los Países Bajos para comunicar al rey las peticiones de D. Juan, solicitando fondos que permitieran continuar la pacificación del país, además de armar a los tercios que facilitaran la proyectada invasión de Inglaterra para liberar a María Tudor, desposarla, destronar a Isabel I y restablecer el catolicismo. En uno de esos viajes descubrió las relaciones de su pariente Ana Mendoza con Antonio Pérez, además de los contactos que éste había tenido con nobles flamencos a espaldas del rey, y otros negocios ilícitos, por lo que amenazó con comunicar al rey todas esas maniobras.

Emboscada a Juan de Escobedo

Antonio Pérez, sintiéndose en peligro, intrigó ante el rey haciéndole creer que su hermanastro pretendía traicionarlo instigado por Juan de Escobedo, por lo que parece ser que obtuvo el permiso del rey para asesinar a este último como culpable de alta traición. Una noche en Madrid, yendo Escobedo camino de su casa, sufrió una emboscada y fue asesinado de una certera estocada en el corazón el 31 de marzo de 1578. En octubre de ese mismo año murió D. Juan de Austria, consecuencia de una hemorragia por una operación de almorranas, descubriéndose de la documentación recogida lo infundado de las acusaciones de Antonio Pérez.


En julio de 1579 Antonio Pérez fue detenido, igual que la princesa de Éboli, encarcelado y sometido a tortura. Fue juzgado y encontrado culpable de los cargos de traición a la Corona, por el asesinato de Juan de Escobedo y por vender secretos de Estado, siendo condenado a muerte. Con ayuda de su esposa consiguió fugarse de la cárcel disfrazado de mujer. Huyó a Zaragoza en 1590 para pedir la protección del Justicia Mayor de Aragón, como medio para facilitar su huida a Francia. Todo este proceso originó un conflicto con Aragón y sus fueros. Se produjo una revuelta que permitió la huída de Antonio Pérez a Francia, por lo que Felipe II envió un ejército que detuvo y ejecutó a Juan de Lanuza, Justicia Mayor del reino de Aragón.  La princesa de Éboli fue encerrada en el palacio de Pastrana donde vivió recluida el resto de sus días.

Ya en el exilio, Antonio Pérez escribió las “Relaciones”, donde relata todo su proceso y huída, intenta justificar y exculpar sus actos, ataca despiadadamente al rey Felipe II responsabilizándolo del asesinato de Juan de Escobedo, e insinúa que también asesinó a su hijo Don Carlos. Sugiere el cortejo y acoso del rey a la princesa de Éboli, presentándolo como un hombre libidinoso dominado por los celos. A Felipe II lo describe como irresoluto, versátil e ingrato, en otras ocasiones le atribuye un comportamiento carente de nobleza, con rasgos de crueldad, codicia y tiranía. De las “Relaciones” hay básicamente tres ediciones: la bearnesa, la londinense y las parisinas, que fueron ampliadas sucesivamente. Las primeras ediciones las firma con el seudónimo Rafael Peregrino. Estuvo protegido por el rey Enrique IV de Francia que no concedió su extradición. Murió en París en extrema pobreza.

También se le ha atribuido a Antonio Pérez el "Traicté paraenetique", mientras que otros consideran que fue escrito por el portugués José Teixeira o el francés Jean de Montlyard, sin saber a ciencia cierta si era otro de sus seudónimo. El contenido de la obra era un ataque personal a Felipe II, pero también una crítica a Castilla y los castellanos. El texto pretendía poner de manifiesto la división interna de los reinos de la península, incentivando el antagonismo y el odio que los demás reinos peninsulares tenían a los castellanos. A éstos los describe como personas "llenas de orgullo, arrogancia, tiranía e infidelidad", además de "malignas y perversas", "descendientes de judíos y por tanto traidores en los que no se puede confiar". La crítica que hace del rey es demoledora, dice que "la tiranía es tan natural para Felipe como la risa lo es a un hombre" y que usa el veneno para deshacerse de los molestos.

Antonio Pérez es liberado por un tumulto en Zaragoza

Tanto las “Relaciones” como el "Traicté paraenetique", y otros panfletos antiespañoles de la época, fueron traducidos al francés, inglés, flamenco y otros idiomas europeos. Fueron ampliamente utilizados por los protestantes para desprestigiar a Felipe II, y a los españoles en general, exagerando todavía más su ya injusto contenido y para despertar el odio contra ellos, en lo que podría considerarse la primera campaña propagandística orquestada con una clara intencionalidad política.

Antonio Pérez no solo desprestigió a su rey y a España en su intento de exculpación, sino que su indignidad lo llevó a vender los secretos de estado e intrigar para atacar a su patria. Intentó organizar una invasión de Aragón por los bearneses, comunicó a Inglaterra las debilidades defensivas de España, lo que propició el ataque de Francis Drake a Cádiz, así como a las colonias americanas.

Con la información facilitada por Antonio Pérez, los ingleses organizaron una flota para atacar en 1587 a la armada española fondeada en la bahía de Cádiz, donde conjuntamente con Lisboa se estaba preparando la Gran Armada para invadir Inglaterra. Fue un ataque por sorpresa y sin declaración previa de guerra, causando unos daños de magnitud extraordinaria. Continuó luego la expedición hacia el reino de Portugal, donde atacaron el Algarbe, llegando luego a Lisboa, donde fueron rechazados, para terminar atacando las Azores. Fue un ataque traicionero, devastando y saqueando cuantas poblaciones indefensas encontraron en su camino. Este ataque retrasó en más de un año la acción de la Gran Armada.

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