2018/04/16

La leyenda negra española – (5/9) – Países dependientes del reino de España

La leyenda negra española – (5/9) –  Países dependientes del reino de España

El dominio español sobre Cerdeña, los reinos de Nápoles y Sicilia, así como el ducado de Milán y otras posesiones italianas de menor entidad, fue la causa de la aversión que en Italia se tuvo contra todo lo hispano. El saqueo de Prato en 1512 y de Roma en 1527 contribuyeron a crear la imagen de barbarie de los tropas españolas, aunque el hecho cierto es que en los tercios imperiales participaban en gran número soldados alemanes, flamencos, suizos y de otras nacionalidades. El saqueo era práctica habitual en la época y no exclusiva de los tercios españoles, sin que ello pretenda ser una justificación juzgado con los códigos éticos actuales. Los mismos ingleses saquearon numerosas ciudades gallegas y del Cantábrico en siglo XVI.


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Otro tanto puede decirse del dominio español sobre los Países Bajos y las guerras de religión en Alemania. Estas guerras y rebeliones, bajo apariencia de conflictos religiosos, eran en realidad luchas nacionalistas con fines políticos y estratégicos. Quizás la figura más denostada fue el duque de Alba como gobernador de los Países Bajos, considerado la gran bestia negra de los flamencos, fue el encargado de acabar con la sublevación de los nobles y los iconoclastas protestantes. La leyenda negra del duque de Alba, descrito como un monstruo cruel, ha llegado hasta nuestros días, donde es nombrado para asustar a los niños holandeses si se portan mal, convirtiéndolo en su particular coco. La realidad es que el Duque de Alba fue un hombre de extensa cultura, gran estratega e inflexible con la disciplina, sin olvidar su sutileza en el campo político. En su dilatada vida política, bajo los reinados de Carlos I y Felipe II, ocupó cargos de la máxima responsabilidad y confianza de los monarcas, siendo enviado a los lugares más conflictivos como hombre capaz y de eficacia contrastada. Fue Gobernador del Ducado de Milán entre 1555 y 1556, Virrey del reino de Nápoles entre 1556 y 1558, Gobernador de los Países Bajos entre 1567 y 1573 y Virrey y Condestable del Reino de Portugal entre 1580 y 1582, además de ser miembro del Consejo de Estado y de Guerra. Con independencia de sus cualidades, en una vida pública tan dilatada seguramente cometió errores de apreciación política que la historia se encarga de juzgar en su justa medida. Las tropas bajo sus órdenes en Flandes estaban formadas en más del 50 % por flamencos, siendo los españoles de poco más del 15 %, sin embargo todos los desmanes y crueldades se atribuyeron a los españoles.

Como suele ocurrir en los países ocupados por fuerzas extranjeras, se hace culpable al ejército invasor de todo tipo de tropelías, reales o ficticias, contribuyendo a esa opinión las acciones de las tropas de Carlos V, compuestas por españoles, italianos y alemanes. Los ejércitos de la época eran un aluvión de distintas nacionalidades, compuestos en gran medida por mercenarios, donde era significativa la proporción de judíos conversos y moros entre las tropas. El aspecto moreno y la baja estatura serán foco de atención para los intelectuales alemanes y flamencos, que popularizaron el dicho: los españoles comen pan blanco y besan mujeres rubias con mucho gusto, y son tan marrones y negros como el rey Baltasar y su mono.


Duque de Alba - - Guillermo de Orange el Taciturno

Guillermo de Orange fue un príncipe flamenco que encabezó la rebelión de los nobles contra la corona española para liberarse de su dominio, sus tributos y de la persecución que sufrían los protestantes. Su mérito propagandístico consistió en reunir diversos panfletos, opiniones, rumores y críticas contra la corona española, dándoles una presentación coherente en su campaña antiespañola. Su "Apología", publicada en 1580, responde a un edicto de proscripción emitido contra él por Felipe II, en el que acusa a Guillermo de Orange de traición, ingratitud y herejía, declarándolo "enemigo de la raza humana" y ofreciendo un cargo nobiliario y una recompensa de 25.000 coronas a quien lo entregase o asesinase.  En su Apología, Guillermo intenta defenderse de las acusaciones, justificando al mismo tiempo la legitimidad de su rebelión contra la legalidad vigente. Además de los argumentos jurídicos y morales, incluye un contenido panfletario, centrándose en los aspectos que más podían influir en la opinión pública, exagerando los abusos de los mercenarios, la represión de la nobleza y el carácter autoritario del Duque de Alba, así como en una crítica despiadada contra Felipe II, a quien acusa de cruel, incestuoso y asesino de su propio hijo Don Carlos, entre otras muchas descalificaciones. Describía a los españoles como sujetos avariciosos, orgullos e indolentes, para terminar también con una crítica a la labor colonizadora en América, exagerando las matanzas y abusos sobre los indios, para terminar arremetiendo contra la barbarie de la Inquisición. Sintetizando su discurso, en la guerra de Flandes se contraponía "todo lo que es bueno, verdadero y libre, contra los poderes de la oscuridad, la intolerancia y la superstición".

Felipe II de España - -    Isabel I de Inglaterra

Guillermo de Orange propagó ampliamente este documento por todas las cancillerías europeas, en lo que podríamos calificar como la primera guerra propagandística de la historia. La realidad es que no llegaron a 3.000 los protestantes juzgados por la Inquisición, muchos menos que los muertos en otros países por motivos religiosos, como por ejemplo la matanza de los hugonotes en Francia la noche de San Bartolomé de 1572, donde en solo tres días mataron a 15.000 protestantes. En 1576 las tropas de los tercios se amotinaron por no haberles pagado la soldada y saquearon Amberes. Ese acontecimiento también ha sido relatado como ejemplo de la crueldad española y elemento clave en la leyenda negra antiespañola gestada en los Países Bajos.

Philips van Marnix, escritor, teólogo y diplomático flamenco, amigo y colaborador de Guillermo de Orange, fue muy activo en su crítica al catolicismo. Después de su estancia en Alemania empleó todos los recursos a su disposición en su campaña antiespañola: los crímenes de las tropas españolas en la Guerra de Esmalcalda, la supuesta crueldad del duque de Alba, la supuesta alianza de los españoles con los turcos, y otros muchos tópicos del momento. Llegó a publicar como auténtico un falso panfleto del Santo Oficio que declaraba a todos los flamencos culpables de herejía, amenazando con la consiguiente confiscación de bienes. Este documento de la Inquisición ha sido considerado auténtico por los historiadores holandeses hasta el siglo XIX, claro ejemplo de la dificultad en esclarecer la verdad y desenmascarar la mentira. También Lutero sintió una manifiesta enemistad hacia España, considerando a los españoles como ladrones, falsos, orgullosos y lujuriosos. Posiblemente el origen de ese odio fuera la defensa a ultranza que la corona española hizo del catolicismo.

La rendición de Breda

Como ejemplo de lo que era la justicia del siglo XVI, y los métodos utilizados en las ejecuciones, tenemos un claro ejemplo en los Países Bajos, muestra evidente de que los métodos de la Inquisición eran menos crueles que los practicados en los distintos países de Europa en esa época. Balthasar Gérard, que atentó mortalmente contra Guillermo de Orange en 1584, fue capturado y encarcelado. Fue cruelmente torturado antes del juicio, recibiendo una condena de muerte. Los magistrados detallaron como había de administrarse la sentencia: la mano derecha del asesino debía ser quemada con un hierro al rojo vivo, que la carne se separara del cuerpo con pinzas en seis puntos diferentes, que se le descuartizara y eviscerara vivo, y que se le arrancara el corazón del pecho para finalmente decapitarlo.

La guerra de Flandes o Guerra de los Ochenta Años comprende una serie de enfrentamientos de los nobles de las Provincias Unidas (lo que hoy sería el Benelux) contra el dominio de la corona española, que se extendió entre 1568 y 1648. Felipe II recibió de su padre Carlos I el Condado de Flandes, heredado a su vez de Felipe el Hermoso. El hecho de que Felipe II no hablara flamenco, la divulgación del calvinismo en esos territorios, unido a un deseo de independencia económica, combinado con una deficiente diplomacia, y los intereses de diversas potencias en la zona, fueron factores que propiciaron la rebelión. La guerra terminó con el Tratado de Münster y la paz de Westfalia (1648), reconociéndose la independencia de las Provincias Unidas del norte (actual Holanda), reinando en España Felipe IV, en lo que suponía el principio del fin de la hegemonía española en el concierto mundial.

El corsario Francis Drake

Los corsarios ingleses piratearon los galeones españoles que regresaban de América cargados de oro, plata y otras valiosas mercancías. Francis Drake y John Hawkins, piratas y negreros, fueron los más famosos, siendo considerados como héroes en su país, aunque su crueldad sobrepasa todos los límites. Sus hazañas contra los españoles fueron descritas en tono aventurero con una evidente alteración de la realidad. Justificaban su piratería por combatir a los españoles a quienes tachaban de traicioneros y crueles, sin ningún rasgo positivo. Esta imagen negativa de España había sido ampliamente difundida en Inglaterra a partir de las publicaciones antiespañolas en los Países Bajos. En 1588 Felipe II intentó invadir Inglaterra con la famosa Armada Invencible, para responder a los constantes ataques de los referidos corsarios y negreros, protegidos y financiados por Isabel I, la soberana inglesa. Debido a unas condiciones meteorológicas adversas, con fuertes galernas, unas decisiones políticas equivocadas, sin un plan estratégico adecuado, además de epidemias y la mala fortuna, condujeron al desastre conocido por todos. Esta operación militar también está llena de mentiras y tergiversaciones que la moderna historiografía ha ido desvelando. No obstante, como en tantas ocasiones, cuando una mentira se ha difundido ampliamente, propagada por el vencedor, que es quien escribe la historia, la verdad pierde definitivamente la batalla de la opinión pública.

Lo que es menos conocido en la historia es la contra-armada o invencible inglesa, una expedición mandada por Inglaterra contra España en 1589 en alianza con los holandeses. Comandaba la expedición Francis Drake y actuaba como general de las tropas de desembarco John Norreys. Los efectivos de esta fuerza de ocupación superaban los 27.000 hombres, donde más de 20.000 eran las fuerzas de tierra y unos 6.500 marineros. Las naves comprometidas en la operación alcanzaban las 200, superior en número a las que integraron la Armada Invencible de Felipe II, aunque de inferior tonelaje. Los objetivos de la expedición eran destruir el resto de la armada española que se estaba recuperando del desastre en los puertos del Cantábrico, conquistar Lisboa, propiciar un levantamiento en Portugal para expulsar a los españoles e instaurar en el trono a Antonio Crato, y conquistar las Azores para la corona inglesa, a la vez que obtener vía libre para la expansión inglesa en Brasil. El acuerdo firmado por el pretendiente al trono portugués con Inglaterra suponía que éste se convertía en tributario de la corona inglesa. Esta armada fue un desastre incluso superior al de la Armada Invencible. Intentaron conquistar La Coruña, pero fueron rechazados, donde la figura de María Pita ha quedado para la historia como ejemplo de valentía y heroísmo. También en Lisboa y las Azores fueron rechazados. En su retorno a Inglaterra fondearon en las Rías Bajas para aprovisionarse y arrasaron la ciudad de Vigo. Después de la pérdida de numerosos barcos, solo regresaron a Inglaterra 5.000 supervivientes. En 1604, a petición de los ingleses, se firmó la paz de la guerra anglo-española (1585-1604) en el Tratado de Londres. Esta guerra fue ruinosa para ambas partes cuyos efectos perduraron durante décadas.

Blas de Lezo - Comandante General de Cartagena de Indias

Como consecuencia del continuo contrabando de los barcos ingleses en las colonias españolas americanas, y de continuos combates entre los guardacostas españoles y los contrabandistas ingleses, terminó por declararse la guerra en 1739, la conocida como Guerra del Asiento. En este contexto, el almirante inglés Edward Vernon al mando de una flota de unos 180 barcos, con una capacidad de fuego de dos mil cañones, y con 30.000 efectivos entre marineros y soldados, se dirigió a conquistar Cartagena de Indias. Las fuerzas de defensa contaban con 3.000 hombres y seis navíos de guerra bajo las órdenes del comandante Blas de Lezo. Los ingleses tomaron algunas defensas de la ciudad, fracasando su asalto al castillo de San Felipe, siendo finalmente rechazados. Las cuantiosas bajas sufridas por los británicos en el combate, una epidemia y la llegada de la época de las lluvias, les obligaron a levantar el sitio. Perdieron unos 4.500 hombres y unos 25 barcos hundidos o seriamente dañados. Esta derrota británica permitió mantener el dominio marítimo español en la región durante casi todo el siglo XVIII.

Los ingleses, en un gesto de prepotencia y confianza, habían hecho acuñar monedas y medallas para conmemorar la toma de Cartagena. Su anverso rezaba “Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741” y en el reverso “El orgullo español humillados por Vernon”. El soberano inglés Jorge II dio orden de que esta derrota no fuera recogida por sus cronistas en la historia.



Una vez más nos encontramos ante otro ejemplo de nuestra incapacidad para valorar a nuestros grandes hombres, donde la envidia personal prevalece sobre el reconocimiento de los méritos de un auténtico héroe. Blas de Lezo tuvo una carrera militar heroica y brillante, siendo considerado como uno de los mejores estrategas de todos los tiempos de la Armada Española. Perdió una pierna de un cañonazo, un brazo de un disparo de mosquete y un ojo por la esquirla de una bala, en distintas batallas navales. Lo llamaban el medio hombre por las amputaciones sufridas. Fue ascendiendo en la escala jerárquica por lo méritos demostrados en todos los combates en que intervino hasta llegar en 1734 a Teniente General de la Armada y Comandante General del Departamento de Cádiz. En 1737 fue nombrado Comandante General de Cartagena de Indias, puesto que ocupaba en el momento del asedio inglés que he referido. En este último combate resultó herido muriendo en septiembre de ese mismo año como consecuencia de la infección de las heridas sufridas. Debido a las malas relaciones que mantenía con el virrey de Nueva Granada, Sebastián de Eslava, no solo no obtuvo ningún reconocimiento por su heroica y exitosa acción, sino que fue destituido de su cargo. Solo años más tarde, Carlos III en 1760, lo rehabilitó concediéndole a su hijo el título nobiliario de marqués de Ovieco.

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