Lengua Auxiliar Internacional – Necesidad
Lengua Auxiliar Internacional, necesidad de
la LAI, caos lingüístico actual en el mundo.
El lenguaje
humano se basa en la capacidad de los seres humanos para expresar sus experiencias y comunicarlas a otros por
medio de signos lingüísticos, usualmente secuencias sonoras, pero también
gestos y señas, así como signos gráficos.
La comunicación humana fue inicialmente solo
verbal y gestual, transmitiéndose el conocimiento y experiencias de cada
individuo a sus descendientes por tradición oral. La aparición de la escritura
permitió al hombre fijar esos conocimientos de forma más permanente, lo que
condujo a acumulación de dichos conocimientos que contribuyeron al progreso de
la humanidad.
La diversidad de lenguas en el mundo ha sido,
y es todavía, una barrera para la comunicación humana en los más diversos
ámbitos, tanto cultural, como comercialmente. En la antigüedad la comunicación
entre pueblos de distintas lenguas era muy limitada, generalmente restringida
al ámbito comercial. Eran los comerciantes quienes, en la búsqueda de un
beneficio, viajaban para comprar mercancías en un lugar y venderlas en otro
donde esos productos no existían. Para la comunicación aprendían un vocabulario
muy elemental y unas construcciones gramaticales suficientes para entenderse,
sin mucha preocupación por la corrección gramatical de las mismas.
La expansión colonial extendió algunos
idiomas europeos por amplias zonas del planeta a través de la acción
evangelizadora de los monjes o a través de las escuelas implantadas en las
colonias. En Europa el lenguaje diplomático durante varios siglos ha sido el
francés y el idioma comercial el inglés.
Es en el siglo XX cuando la facilidad de
comunicación y transporte, la internacionalización de los negocios y los
intercambios o colaboraciones culturales han hecho de la comunicación
internacional un problema de primer orden. Se estima que existen más de 7000
idiomas o dialectos en el mundo, donde más del 90% no alcanzan los 100.000
hablantes. Solo hay 23 idiomas con más de 50 millones de hablantes, entre los
cuales hay varios hablados en amplias regiones de China o India distintos del
idioma oficial de esos países. Solo en Europa ya se hablan 255 lenguas, de las
cuales 128 están en peligro de extinción. En la Unión Europea existen 24
lenguas oficiales.
Ante este caos lingüístico cabe preguntarse
cómo es posible que en una época en que asistimos a la normalización en numerosos
campos para permitir el intercambio internacional no tengamos un idioma global
de comunicación. En el siglo XIX se creó el Sistema Métrico Decimal, que supuso
la uniformidad de pesos y medidas en Europa eliminando cientos de medidas
diferentes en cada país, o incluso región o comarca. Esta modernización aportó,
no solamente la uniformidad de pesos y medidas, sino también una racionalización
de los múltiplos y divisores que facilitaban sustancialmente los cálculos
mercantiles. Hoy en día el sistema métrico decimal, renombrado Sistema
Internacional de Unidades en 1960, está adoptado en todo el mundo con excepción
del Reino Unido y Estados Unidos, donde curiosamente en algunos Estados conviven
oficialmente los dos sistemas.
En un mundo tan interdependiente como el
actual, es inconcebible que no se haya encontrado todavía una solución lógica
al problema del lenguaje. Cuando hay tantos especialistas en cualquier ramo de
la ciencia, la técnica o la cultura, por qué no poner a trabajar a un equipo de
expertos para encontrar una solución definitiva y universal. Hay que señalar
que ya existen numerosos proyectos desarrollados como el esperanto e
interlingua. El 1922, la Tercera Asamblea de la Liga de Naciones aceptó
un informe sobre el esperanto como lengua auxiliar internacional, en el que es
reconocido como «lengua viva de fácil aprendizaje». El delegado francés Gabriel
Hanotaux fue el único en vetar el esperanto como lengua de trabajo por
considerarlo una amenaza para el francés, la lengua internacional de la época.
La necesidad de una lengua auxiliar internacional
es evidente. Sería una lengua auxiliar que no supondría la exclusión de ninguna
de las otras lenguas existentes y que además debería contar con las siguientes
características:
- Aprendibilidad.- Una lengua auxiliar
internacional debe ser fácil de aprender, con una gramática sencilla y sin
excepciones, donde a cada letra le corresponda un sonido.
- Familiaridad.- Debería de comprender un
vocabulario y estructura gramatical familiar al mayor número posible de
hablantes.
- Neutralidad.- Debería ser neutral tanto
desde el punto de vista lingüístico como cultural respecto a los idiomas
actuales.
- Expresivo.- Debería tener el vocabulario
necesario para expresar con suficiente precisión y matices los mismos conceptos
de un idioma natural, pero mejorando la precisión que eliminara ambigüedades.
-Flexible.- Debería contar con la necesaria
flexibilidad para permitir un uso literario dando libertad a la construcción de
frases.
- Claridad.- Los términos empleados y la
construcción de las frases deben ofrecer conceptos claros sin ambigüedad a
veces existente en las lenguas naturales.
Una lengua auxiliar internacional debe ser
fácil de asimilar por la mayoría de los estudiantes. Al ser una lengua de todos,
pero de ningún país en concreto, todos los ciudadanos estarían en igualdad de
oportunidades en su aprendizaje y uso. Las ventajas de su aprendizaje son
evidentes a la vista de los datos que se desprenden del estudio realizado por The
Institute of Cybernetic Pedagoy en Paderborn (Alemania). Según se desprende de
este estudio, el tiempo necesario para estudiantes francófonos para alcanzar un
nivel equivalente en los siguientes idiomas, es un argumento contundente para
la adopción de un idioma auxiliar internacional:
Alemán: 2000 horas
Inglés: 1500 horas
Italiano: 1000 horas
Esperanto: 150 horas
Aceptado el hecho de la necesidad de contar con un idioma
auxiliar internacional puede plantearse si la solución es adoptar alguno de los
existentes como lingua franca o bien utilizar un idioma construido.
Dentro de los idiomas hablados actualmente se intenta
imponer el inglés como idioma común, en base a ser el idioma de la potencia
económica y tecnológica de nuestra época. Se estudia inglés en la mayoría de
las escuelas como primer idioma extranjero por ser el idioma más hablado en el
mundo desarrollado, igual que se utiliza Windows por ser el S.O. más usado, sin
que ello suponga que sea el mejor.
A su favor tiene el hecho de tener una gramática
relativamente sencilla, pero en contra está la complejidad de su ortografía y
pronunciación, las innumerables excepciones, irregularidades y construcciones
propias como son los phrasal verbs, solo dominados por los nativos.
En primer lugar debemos definir lo que entendemos por hablar
un idioma. Si lo que pretendemos es hacer un viaje turístico y entendernos a un
nivel A1, podemos admitir que es un idioma fácil. Si el objetivo es entendernos
en un dominio puramente técnico, donde la eficacia del trabajo se traduce en
cálculos y soluciones técnicas en el campo de la ingeniería o cualquier otro dominio
científico, con un nivel B2 puede ser suficiente. Pero si lo que aspiramos es a
ocupar un puesto directivo donde la comunicación es un elemento esencial
conjuntamente con el conocimiento técnico, entonces la oratoria es esencial.
Este nivel de comunicación no se alcanza fácilmente, por no decir que es muy
difícil de alcanzar para la mayoría de los estudiantes, salvo que hayan nacido
en familias políglotas o hayan tenido una institutriz inglesa en su infancia.
El admitir el inglés como idioma auxiliar internacional es
admitir la ventaja relativa de los angloparlantes, que sin ningún esfuerzo van
a estar en una posición de privilegio respecto los hablantes nativos de otro
idioma. Se quiebra el principio de neutralidad, donde todos debemos partir de
una posición de igualdad.
Por otra parte solo la élite económica se permitirá cursar
estudios universitarios en un país angloparlante, lo que conllevará que la
élite del país se perpetúe como tal élite frenando el ascenso de las clases
menos favorecidas. Y aun así ese estudio no garantiza un dominio total del
idioma. Posiblemente se alcance la fluidez pero nunca el dominio de un nativo.
No podemos pasar por alto la ingente cantidad de recursos que fluyen a estos
países angloparlantes en concepto de tasas universitarias por parte de
estudiantes extranjeros, además de la dependencia cultural que ello conlleva.
La cruda realidad es que la inmensa mayoría de personas que
estudian inglés no alcanzarán nunca un nivel C1 real a pesar de dedicar un
tiempo importante de su vida y una no despreciable cantidad de dinero.
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