2019/04/25
La leyenda negra española - (7/9) - En la ilustración y el romanticismoLa Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual, que abrió las puertas a la ciencia y a los avances sociales y culturales, sentando los principios que acabarían con el sistema opresor ejercido por las monarquías absolutas sobre sus súbditos. El primer acontecimiento histórico propiciado por este cambio radical de pensamiento puede considerarse la independencia de los Estados unidos en 1776, con la implantación de un sistema democrático de gobierno para el nuevo estado. El siguiente hito histórico de ese movimiento liberalizador del pueblo queda simbolizado en la Revolución Francesa, que supuso una conmoción social y política que cambió la historia europea.
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Ilustracion - Salon de Madame Geoffrin |
La Ilustración fue un movimiento intelectual europeo, con un especial desarrollo en las naciones más avanzadas de la época, que eran Inglaterra, Francia y Alemania. Cronológicamente se puede decir que su punto álgido se corresponde con la segunda mitad del siglo XVIII, concluyendo en los primeros años del siglo XIX. Ya en la segunda mitad del siglo XVII comienza a gestarse el espíritu de cambio, sobresaliendo algunos pensadores, como Descartes o Locke, que marcaron el camino a las siguientes generaciones. La apertura mental a la ciencia, al conocimiento y a la razón, suponía superar las tinieblas de la ignorancia y oscurantismo de siglos anteriores impuestos por la religión y la superstición. En el ámbito social supuso la no aceptación, y consiguiente rebelión, de la población mayoritaria y oprimida sin ningún derecho, contra la posición de dominio de las clases aristocráticas y eclesiásticas favorecidas con amplios privilegios. En consecuencia, se conoce al siglo XVIII como el Siglo de las Luces, recordando que la Ilustración se denomina en inglés “Enlightenment” y en francés “Les Lumières”.
Las ideas liberales, en una sociedad todavía dominada por la lucha contra las herejías y el desviacionismo de las normas establecidas, encontraron en las logias masónicas el lugar idóneo para su libre expresión, discusión y desarrollo. La convicción de que el conocimiento humano podía superar la ignorancia y, consiguientemente, erradicar la superstición, como paso previo para construir un mundo más justo y libre de la tiranía de las monarquías absolutas, fueron elementos esenciales en el pensamiento de los representantes de la ilustración. Las logias masónicas, donde cabían todas las creencias religiosas, tanto católicas como protestantes, e incluso creencias no cristianas, constituyeron el lugar de encuentro de los pensadores ilustrados, protegidos entre sí por el juramento de secreto y hermandad masónicos. La inmensa mayoría de los enciclopedistas franceses y los padres de la revolución americana fueron masones.
La importancia que los reyes daban a la uniformidad religiosa de sus reinos viene justificada por su deseo de reafirmar la legitimidad de su nombramiento, por partir del principio de que su autoridad y poder procedían de otorgamiento divino. Este lema figuraba en las monedas, donde se leía, por ejemplo, “Carol III D G Hisp et Ind Rex” (Carlos III, por la Gracia de Dios, Rey de España y las Indias). En consecuencia, en un país en el que todos los súbditos fueran católicos, éstos estarían sometidos a la autoridad del monarca, otorgada por Dios, confirmada y defendida por la Iglesia como representante en la tierra de la autoridad divina. El binomio monarquía-iglesia actuaba de elemento estabilizador de la sociedad, perpetuando la opresión del pueblo llano, católico creyente, en beneficio de los poderes material y espiritual personalizados respectivamente en la monarquía absoluta y la jerarquía eclesiástica. Por esa razón, las minorías de otras religiones, que no asumían ese origen divino del poder, quedaban libres de la autoridad de la iglesia, y como tal, potencialmente peligrosos para la estabilidad del sistema monárquico absoluto.
John Locke (1632/1704) - René Descartes (1596/1650) |
Todo este proceso de cambio profundo de pensamiento tuvo su origen en el siglo XVII, cuando las élites intelectuales empezaron a cuestionar la barbarie de las guerras de religión. Estos crueles conflictos religiosos desatados para conseguir la unidad religiosa dentro de los respectivos reinos, considerado necesario para su estabilidad y control, demostraron ser una meta imposible. Los pensadores empezaron a considerar que lo importante en los reinos modernos era el bienestar de la población. Solo así se podía conseguir el progreso y la fidelidad a un soberano justo que se preocupara por sus súbditos. La tolerancia religiosa fue adoptada por aquellas monarquías más progresistas, como el camino más adecuado para alcanzar la paz social. Las persecuciones religiosas solo generaban muerte y pobreza e iban contra el progreso e incluso contra la caridad cristiana.
Los políticos ilustrados, influenciados por las ideas de progreso técnico, y deseosos de incrementar la riqueza para su reino, comenzaron a preocuparse por el bienestar de los ciudadanos. Todo ello se tradujo en importantes obras públicas y medidas para incentivar el comercio y la producción de bienes. Este proceso de mayor preocupación por el pueblo dio origen al sistema conocido como “despotismo ilustrado”, que consiste en preocuparse por el pueblo, pero sin contar con el pueblo. En paralelo, los filósofos del momento rechazaron el origen divino de la autoridad real, considerando que ese derecho correspondía al pueblo. Este fue el principio básico que dio origen al estado liberal, fundamentado en que la autoridad procede del pueblo, delegada a través de sus representantes elegidos democráticamente, y que se ejerce en el poder ejecutivo del Estado, bien directamente, o bien limitando el poder absoluto del rey a través del control parlamentario.
Los ilustrados, que se abrían camino en Inglaterra, Francia y Centroeuropa, citaban a España como un claro ejemplo de retraso económico originado por su intransigencia religiosa. Entre las causas de su postración económica citaban la persistencia de la Inquisición, que concentraba una gran riqueza improductiva procedente de la confiscación a industriosos ciudadanos. También la acumulación de bienes por parte de la iglesia, fruto de los legados otorgados por los moribundos para conseguir la salvación de sus almas, contribuía a incrementar la creciente acumulación de riqueza en manos improductivas. Otra de las causas apuntadas fue la expulsión de judíos y moriscos, privando al país de una parte considerable de súbditos laboriosos que generaban riqueza. Se veía también la influencia negativa de la Inquisición, por el miedo a ser juzgado por cualquier idea innovadora que fuera considerada diabólica. No está de más recordar aquí que incluso Galileo Galilei, en 1616, fue convocado por el Santo Oficio en Italia, que condenó su teoría heliocéntrica, siendo obligado a retractarse. España era presentada como un país sin literatura, arte o desarrollo científico, obviando la brillantez literaria y artística del Siglo de Oro.
Jean-Jacques Rousseau (1712/1778) - Voltaire (1694/1778) |
Los intelectuales ilustrados, guiados por su pensamiento racional, hicieron un análisis que reflejaba los problemas de fondo de la decadencia española. No obstante, estaban influenciados por la campaña antiespañola divulgada por la guerra de los Países Bajos, y el tradicional conflicto de intereses con las potencias emergentes de Francia e Inglaterra. Es evidente la imagen negativa que esos pensadores transmitieron de nuestro país, que aun siendo acertados en lo esencial de las causas de su decadencia, exageraron la importancia de alguna de ellas, dejando de lado otras razones de peso que también contribuyeron a explicar el ocaso del imperio. Es evidente que España entró en decadencia en el siglo XVII, desgastada por las guerras de religión y una política de dominio de sus posesiones europeas imposible de mantener, así como por el excesivo poder e influencia de la iglesia. No voy entrar aquí en las causas de la decadencia social y condiciones de vida de la sociedad española de entonces, que a su vez era la principal víctima de la política expansionista de la corona. Lo que es evidente, y debe ser reconocido, es el retraso cultural y de desarrollo técnico de España respecto del resto de reinos europeos, que entonces empieza a manifestarse de forma ostensible.
Los enciclopedistas franceses fueron especialmente críticos en sus artículos referidos a España, destacando en su posición crítica Voltaire y Rousseau. Voltaire culpa a la Inquisición de matar la vida intelectual española: "Elle (l'Espagne) resta stupide dans une profonde ignorance" (Ella [España] permaneció estúpida en una profunda ignorancia), opinando que para devolver a España al concierto de las naciones era necesario eliminar la Inquisición, como paso necesario para atraer a extranjeros de todas las creencias, que aportasen sus conocimientos e innovaciones para conseguir mejorar la producción acelerando el proceso de modernización de la economía y del pueblo en general. La imagen que dan es mala y podríamos resumirla con estas palabras de Bromley: " España, tan odiada y temida por Inglaterra, es, en este momento, más digna de lástima que de envidia".
En el campo literario, en esta época fue muy popular la novela gótica. Estas obras, ambientadas en el Medievo, reflejaban a jóvenes puros y virtuosos enfrentados a la maldad de inquisidores que los sometían a torturas por su intransigencia religiosa u oscuros intereses. Podemos citar como ejemplos muy representativos El Monje de Matthew Lewis, El Péndulo y el pozo de Edgar Allan Poe, y El valle de los cedros de Grace Aguilar, ésta última era una judía inglesa de ascendencia sefardí.
Montesquieu fue también muy crítico con la realidad española, considerando que era el perfecto ejemplo de la mala administración de un Estado bajo la perniciosa influencia del clero. Sus críticas contra España se encuentran reflejadas sobre todo en “Las Cartas Persas·” y “El Espíritu de las Leyes”. La Inquisición también sería la culpable de la ruina económica del Estado, por ser la gran enemiga de la libertad política, de la innovación y del progreso social. Adjunto al final de esta entrada, como Anexo I, la traducción de la carta LXXVIII, incluida en “Las Cartas Persas”, y referida a España. Al no haber encontrado la obra traducida al español, la he traducido personalmente. Sirva esta carta como ejemplo de la imagen de España en el exterior, compartida por otros muchos viajeros que dejaron constancia de su visita a nuestro país en sus relatos de viajes.
Hay que decir que, en mi opinión, los ilustrados hicieron un juicio acertado de nuestra realidad, poniendo de manifiesto el retraso de nuestro país respecto al resto de Europa. Las causas también considero que son las indicadas, donde la influencia de la iglesia fue nefasta, obstaculizando el desarrollo comercial y cultural. La iglesia y la nobleza concentraban la propiedad y la riqueza, quedando el resto de los súbditos del reino sumidos en unas condiciones de mera subsistencia. Finalmente era el pueblo quien aportaba los hombres para la guerra y las rentas para la nobleza y la iglesia, cercenando las vías del progreso individual y colectivo. El dominio e incultura en que se mantuvo al pueblo llano para facilitar su control, unido a la falta de ambición intelectual de la nobleza y las clases dominantes, absorbidos por los asuntos del alma y las guerras, y su decadencia moral, perpetuaron las condiciones de retraso y pobreza crónicos de los españoles. Las guerras, para defender los dominios y las ambiciones de los reyes, no representaban ninguna ventaja para los súbditos, absorbiendo recursos económicos ingentes y vidas sin cuento, que aun los sumían en mayor pobreza y calamidad.
Conde de Aranda (1719/1798) - B. Jerónimo Feijóo (1676/1764) |
El Romanticismo
El movimiento romántico surgió a finales del siglo XVIII, desarrollándose especialmente en la primera mitad del XIX. Fue una reacción a la Ilustración y el neoclasicismo, resaltando el yo individual frente al formalismo racional, la preeminencia de lo individual frente a lo colectivo, el liberalismo frente al despotismo ilustrado, la creatividad según inspiración individual frente al formalismo normativo de los clásicos, y la nostalgia del pasado y de las tradiciones frente al uniformismo implantado por la técnica, por citar solo los más significativos. Supuso, en consecuencia, la ruptura con la tradición formalista clásica, para dar paso a la exaltación de la libertad individual, manifestada en un espíritu revolucionario, tanto a nivel artístico como político. Ese individualismo se traduce en el aprecio de las identidades diferenciadas de cada país, tanto en su aspecto físico de la naturaleza, como en sus tradiciones, idioma, religión, u otras manifestaciones culturales de la vida y del ser humano. En este ambiente inconformista es donde tuvo su origen la formación de nuevos nacionalismos basados en la exaltación de sus diferencias, de lo propio frente a la imposición de lo general y al centralismo. En este contexto, arropados por el espíritu revolucionario de la época, se generaron conflictos nacionalistas propiciando o buscando la independencia de ciertas colectividades o territorios, o propiciando la reunificación de Estados en otros casos, que estuvieron presentes durante los siglos XIX y XX, y de los que todavía arrastramos las consecuencias hoy en día.
En el ámbito cultural se produjo toda una producción artística, tanto literaria como en todas las demás artes plásticas, que reflejaron ese cambio revolucionario. La búsqueda de lo exótico y diferente estimuló los viajes de los intelectuales, y gente culta en general, que en lo concerniente a España tuvo un gran desarrollo en el siglo XIX. Pocos fueron los intelectuales y literatos franceses que no visitaran nuestro país en esos años. La leyenda negra manifiesta un cierto cambio en su percepción. En el ambiente revolucionario de esa época se vio la guerra de la Independencia como un acto de rebeldía heroica del pueblo español frente al poder imperial francés, pasando a considerar como cualidades de los españoles el valor y el honor, frente a la imagen tan negativa de los siglos anteriores. Estos visitantes dejaron constancia de su experiencia en sus viajes a España, tanto en numerosísimos relatos de viajes como en la temática de sus obras literarias.
La gran mayoría de ellos hicieron su periplo hispano entrando en España procedentes de Perpiñán, bajando por Cataluña, Valencia y Murcia hasta Andalucía, a la que manifiestan especial admiración por sus reminiscencias exóticas musulmanas, para ascender a continuación hasta Madrid, siguiendo luego a Burgos para terminar en el País Vasco por donde salían camino de Bayona. El exotismo español ejercía un indudable atractivo, destacando las imágenes que han quedado como tópicos de nuestro país: las corridas de toros, el sentimiento religioso manifestado en la Semana Santa o el Corpus Cristi, la Inquisición intransigente y cruel, los bandoleros rebeldes idealizados como inconformistas que se rebelan contra los poderosos, y la danza que admiran como extremadamente sensual y de gran valor estético. En general se cambia la visión extremadamente negativa de España, pero se mantienen los tópicos de nuestro pueblo en la literatura, el teatro e incluso en la ópera, como Don Carlos, el drama de Schiller llevado a los teatros por el genial Verdi.
Comptesse d'Aulnoy (1651/1705) |
Madame Marie-Catherine d’Aulnoy, conocida como la condesa D’Aulnoy, fue una aristócrata francesa que publicó un relato de su Viaje por España (“Voyage d’Espagne”), fruto de su supuesta estancia en nuestro país entre 1675 y 1685. Existe una controversia sobre si realmente estuvo en España dada la falta de veracidad en algunos de sus relatos, dando rienda suelta a su fantasía y apoyándose en escritos anteriores de otros visitantes de nuestro país. Su carácter fantasioso se manifiesta en su producción literaria, compuesta mayoritariamente por cuentos de hadas. La estampa que presenta es la de un país atrasado y dominado por la superstición, muy católico, al menos en las formas, de habitantes orgullosos, con gran sentido del honor, pero ociosos. Para la autora, la práctica de la penitencia y la flagelación pública de la Semana Santa rayaban en la barbarie. El fanatismo religioso que menciona se manifiesta en la Inquisición, una institución criticada por muchos, y elemento central de la leyenda negra. Otra de las características de esta España, además de las corridas de toros y la Inquisición, fue el “ocioso español que, guitarra en mano, deja pasar sin inquietarse las horas del día.” Los bailes nacionales siempre fueron objeto de especial atención para los visitantes extranjeros, los que según Wilhelm von Humbold, un viajero alemán de finales del siglo XVII, se caracterizaban por la sensualidad y su esencia lasciva. Hay que señalar que la imagen que Madame d’Aulnoy reflejó de España influyó muy fuertemente en todos los viajeros que nos visitaron que llegaban informados por lo que ella relató.
He leído con detalle la obra de Madame d’Aulnoy y soy de los que cree que es una descripción real de lo que ella vivió en primera persona. Es difícil ser tan detallista en las descripciones de ceremonias, celebraciones religiosas y detalles de la vida diaria si no se han vivido de forma directa. Para mí, la lectura de su obra ha supuesto un conocimiento muy interesante de la vida y costumbres de una época que marcaron el fin de la dinastía de los Austrias, y la decadencia del gran imperio y potencia mundial que España había sido en los dos siglos anteriores. La descripción tan minuciosa que hace de la vida de la corte, de las costumbres y la decadencia moral del momento son de gran importancia para todo amante de la historia, lo que a su vez nos permiten ver y entender la evolución de la sociedad hasta épocas más recientes. Pienso dedicar una futura entrada en este blog a exponer con mayor detalle ciertos fragmentos de esta obra que considero puedan ser de interés.
Como ejemplo de la imagen que se tenía de España en el exterior, incluyo a continuación un par de extractos de relatos que nos acercan la realidad de sociedad española del momento. Es evidente que los visitantes extranjeros relataban todo aquello que les sorprendía negativamente, exagerándolo en muchos casos, condicionados de antemano por sus prejuicios antiespañoles, y para hacerlo más atractivo a sus lectores. Lo pintoresco lo elevaban a la categoría de general, creando estereotipos negativos que caricaturizaban al país en su conjunto. No obstante considero que sus observaciones deben ser meditadas con desapasionamiento para conocernos mejor a nosotros mismos.
Francis Willughby - (1635/1672) |
Francis Willughby fue un prestigioso ornitólogo e ictiólogo inglés (1635-1672) cuyas obras son consideradas de gran influencia en su campo científico. En 1664 realizó un viaje por España, entrando por Cataluña, bajando por toda la costa mediterránea hasta Andalucía, ascendiendo luego hasta Madrid, para subir al País Vasco, saliendo de España por Irún camino de Bayona. Publicó un libro de viajes "A Relation of a Voyage Made through a Great Part of Spain", que tiene gran importancia para conocer la opinión de un extranjero sobre la sociedad española del momento.
A continuación traduzco unos párrafos de su relato:
“España es en muchos lugares, por no decir la mayoría, muy escasa en gente, y casi desolada. Las causas son:
1- Una mala religión.
2- La tiránica Inquisición
3- La multitud de putas.
4- La aridez del suelo.
5- La miserable pereza de la gente, muy igual a los galeses e irlandeses, caminando lentamente, y siempre cargados con una gran capa y larga espada.
6- La expulsión de los judíos y moriscos, los primeros fueron implantados por el emperador Adriano, y los últimos por los califas después de la conquista de España.
7- Las guerras y asentamientos en ultramar.
En todas las ciudades, especialmente en el sur y el oeste de España, se pueden ver una gran cantidad de casas en ruinas. En un radio de un cuarto de legua de una ciudad se empieza a ver terreno cultivado, todo el resto es un campo silvestre, donde solo se ven el romero, cistus (jara o estepa), enebro, lavanda, retama, lentisco, etc., creciendo en los campos y colinas. Poco o ningún heno en ningún lugar en España, alimentan sus mulas y caballos con paja. Al menos la mitad de España es montañosa.”
…
“Son inquisitivos de lo más impertinente, ¿de dónde viene?, ¿a dónde va? Qué negocios tiene, etc. De lo más horrible maleducados, insolentes, y arrogantes, incivilizados con los extranjeros, preguntándoles, ¿para qué viene a nuestro país? Nosotros no vamos al suyo.(…) Sus niños son los más descorteses y peor educados del mundo. Los hijos de padre francés y mujer española cuando han crecido a menudo echan a sus padres de casa, teniendo muchos privilegios sobre ellos por haber nacido en España. Son extremadamente inclinados a mentir. “Almuzzos” (arrieros?) y ese tipo de gente no pueden ser creídos o fiarse de ellos en cualquier cosa que prometan.”
Montesquieu - (1689/1755) |
Anexo I
Montesquieu - Cartas Persas – Lettres Persanes
Carta LXXVIII. RICA À USBEK
Te envío una copia de una carta que un francés que está en España ha escrito allí; creo que te alegrarás de verla.
“Llevo seis meses viajando por España y Portugal, y vivo entre gente que, despreciando a todos los demás, prestan a los franceses el excluivo honor de odiarlos.
La severidad es el carácter destacado de las dos naciones; se manifiesta principalmente de dos maneras: por las gafas y por el bigote.
Las gafas muestran que el portador es un hombre versado en las ciencias y sumido en profundas lecturas, hasta el punto que su vista se debilita; y toda nariz adornada o cargada con ellas puede pasar, sin discusión, por la nariz de un sabio.
En cuanto al bigote, es respetable por sí mismo, e independientemente de las consecuencias; aunque a veces no es posible extraer de él grandes utilidades para el servicio del príncipe y el honor de la nación, como lo hizo ver un famoso general portugués en las Indias: ya que encontrándose en la necesidad de conseguir dinero, se cortó uno de sus bigotes, y envió a pedir a los habitantes de Goa veinte mil doblones con esta garantía; se lo prestaron inicialmente, y luego él retiró su bigote con honor.
Es fácil imaginar que personas severas y flemáticas como éstas puedan ser orgullosas; ellos también lo son. Por lo general lo basan en dos cosas muy importantes. Aquellos que viven en el continente de España y Portugal sienten el espíritu extremadamente elevado, cuando son lo que llaman cristianos viejos, es decir, que no son descendientes de aquellos que la Inquisición persuadió en estos últimos siglos para abrazar la religión cristiana. Los que están en las Indias no son menos orgullosos cuando consideran que tienen el sublime mérito de ser, como ellos dicen, hombres de piel blanca. Nunca ha habido en el serrallo del Gran Señor una sultana tan orgullosa de su belleza como el más viejo y el más desvergonzado villano lo es de la blancura olivácea de su tez, cuando se encuentra en una ciudad de México sentado a la puerta de su casa con los brazos cruzados. Un hombre de esta naturaleza, una criatura tan perfecta, no trabajaría por todos los tesoros del mundo, y nunca se decidiría a comprometer el honor y la dignidad de su piel ejerciendo una industria vil y mecánica.
Pues es necesario saber que cuando un hombre tiene cierto mérito en España, como, por ejemplo, cuando puede agregar a las cualidades que acabo de mencionar, que es el dueño de una gran espada, o de haber aprendido de su padre el arte de tocar una guitarra desafinada, ya no trabaja: su honor se dedica al reposo de sus miembros. El que está sentado durante diez horas al día recibe precisamente el doble de consideración que otro que solo está cinco, porque es en las sillas donde se adquiere la nobleza.
Pero aunque estos enemigos invencibles del trabajo hacen exhibición de una tranquilidad filosófica, sin embargo no la tienen en sus corazones, porque siempre están enamorados. Son los primeros hombres en el mundo en morir de melancolía bajo la ventana de sus amantes; y todo español que no está resfriado no podría pasar por galante.
Son primeramente devotos, y en segundo lugar celosos. Tendrán cuidado de no exponer a sus esposas a los cumplidos de un soldado lleno de golpes o de un magistrado decrépito; pero las encerrarán con un ferviente novicio que baja los ojos, o un robusto franciscano que los eleva.
Permiten que sus esposas aparezcan con el pecho descubierto, pero no quieren que le vean el talón y que se las sorprenda por la punta de los pies.
En todas partes se dice que los rigores del amor son crueles, y lo son aún más para los españoles: las mujeres los curan de sus penas; pero ellas no hacen más que cambiárselas, y con frecuencia les queda un largo e infeliz recuerdo de una pasión extinguida.
Tienen pequeñas cortesías que en Francia parecerían estar fuera de lugar: por ejemplo, un capitán nunca golpea a su soldado sin pedirle permiso; y la Inquisición nunca hace quemar a un judío sin pedirle disculpas.
Los españoles a quienes no se quema parecen estar tan apegados a la Inquisición, que habría gran enfado si se la quitaran. Sólo me gustaría que se estableciera otra; no contra los herejes, sino contra los heresiarcas que atribuyen a las pequeñas prácticas monásticas la misma eficacia que a los siete sacramentos, que adoran todo lo que veneran y que son tan devotos que apenas son cristianos.
Podrá encontrar espíritu y sentido común entre los españoles; pero no lo busque en sus libros. Vea una de sus bibliotecas, las novelas de un lado y los escolásticos del otro: usted diría que sus apartados fueron hechos y todo reunido por algún enemigo secreto de la razón humana.
El único de sus libros que es bueno es el que muestra el ridículo de todos los demás.
Hicieron inmensos descubrimientos en el nuevo mundo, y aún no conocen su propio continente: hay en sus ríos un puente que aún no se ha descubierto, y en sus montañas naciones que le son desconocidas (Las Batuecas).
Dicen que el sol sale y se pone en su país; pero también debe decirse que en su trascurso solo encuentra campos en ruinas y comarcas desiertas.
No me enfadaría, Usbek, de ver una carta escrita en Madrid por un español que viajara a Francia: creo que vengaría bien a su país. ¡Qué vasto campo para un hombre flemático y reflexivo! Me imagino que comenzaría la descripción de París de la siguiente manera:
Aquí hay una casa donde se mete a los locos: al principio creerías que es la más grande de la ciudad; no. El remedio es demasiado pequeño para la enfermedad. Sin duda, los franceses, extremadamente desacreditados por sus vecinos, encierran a unos pocos locos en una casa, para convencer que los que están fuera no lo son.
Dejo ahí a mi español. Adiós, mi querido Usbek.
París, el 17 de la luna de Saphar, 1715”. (en el calendario oriental, equivalente a abril)
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