2022/03/03

Ucrania. El precio de la beligerancia

 2022-03-01
 

Ucrania. El precio de la beligerancia

El pasado jueves, 24 de febrero, nos despertamos con la noticia del ataque ruso con misiles de precisión sobre objetivos militares estratégicos ucranianos. No por esperado fue menos impactante. El estallido de una guerra desata los más profundos temores ancestrales que nos evoca su sola palabra. Todas las consecuencias que conlleva constituyen una tragedia que ocasionará muchos miles de muertes, desplazados que tal vez se cuenten por millones, y la ruina y destrucción de lo esencial de un país de considerables dimensiones como es Ucrania.

Para leer el post completo clicar en "Seguir leyendo" que figura a continuación.

Vaya por delante mi condena a la guerra y cualquier tipo de violencia, sin paliativos, entendiendo que en toda disputa debe mediar el diálogo, el sentido común y la mediación de una tercera parte neutral y justa. No obstante, en toda pelea siempre hay dos partes, cada una convencida de la posesión de la razón. La civilización ha evolucionado desde la barbarie primitiva hacia una sociedad organizada donde el monopolio de la fuerza queda restringida al poder legalmente constituido que vela por la ordenada convivencia de todos sus miembros. Con el avance de la historia se han ido estableciendo distintos tipos de organización política de la sociedad, asumiendo que la democracia, con todas sus deficiencias de funcionamiento, es el más adecuado para una pacífica convivencia bajo el imperio de la ley.



En el mismo sentido de organizar la convivencia mundial, a la vista de las guerras que asolaron el mundo civilizado en el siglo XX, surgieron otras organizaciones plurinacionales para crear el marco de diálogo y negociación que pusieran freno a los posibles conflictos internacionales. En base a un derecho internacional, tanto el histórico como el que se ha ido incorporando por resoluciones de la O.N.U., se pretende organizar la convivencia entre Estados. Cuando surgen desacuerdos, es éste el foro de diálogo, e incluso de arbitraje, mediante resoluciones, que llegan a incluir la presencia de fuerzas armadas internacionales bajo mandato de la O.N.U. para pacificar o mantener un alto el fuego en lugares en conflicto. Incluso existe una corte internacional para juzgar los crímenes de lesa humanidad.

Dejando a un lado el origen histórico de las relaciones entre ambos países y el hecho de que hay una población significativa en Ucrania de origen y lengua rusa, y que a raíz de la revolución de 2014 se excluyó el ruso como idioma cooficial, el hecho realmente medular del problema actual es la intención manifestada por Ucrania de adhesión al bloque militar de la OTAN. Rusia advirtió de las consecuencias de esa decisión, exigiendo el compromiso de desmilitarización de Ucrania y su exclusión del bloque de defensa atlántico.

Frente a los argumentos idealistas de la progresía occidental, predicando que cada país tiene el derecho de ser soberano para adoptar sus propias decisiones sin presiones externas, considero humildemente que deben enfrentarse las consecuencias que se pueden derivar de esa decisión y evaluar racionalmente el precio a pagar en caso de conflicto. El hecho de la neutralidad en nada iba a limitar la modernización y posterior integración de Ucrania en la Unión Europea, como ocurre actualmente con los países neutrales no pertenecientes al tratado atlántico y sin embargo miembros de la Unión Europea: Suecia, Finlandia, Irlanda y Austria. En lugar de optar por esta decisión práctica, se han decantado por la confrontación, con el acicate del insaciable apetito de la OTAN por incorporar a todos los países que cercan a Rusia con el señuelo de que es el camino para su futura integración en el paraíso de la U.E.

Rusia interpreta que esa actitud de una organización exclusivamente militar, como es la OTAN, que nació para defenderse de un imperialismo soviético, que a su vez alentaba movimientos revolucionarios comunistas y era el resultado de una revolución él mismo, constituía una amenaza para su seguridad. Hay que señalar que la contraparte de la OTAN era el Pacto de Varsovia, que se disolvió en 1991 coincidiendo con la disolución de la URSS. En esencia, este hecho dejaba sin contenido la propia existencia de la OTAN, si bien la tutela de USA sobre el mosaico de países europeos, divididos y pacifistas, justificaba su permanencia.



En los acuerdos que se derivaron de la caída del telón de acero y la disolución de la URSS y el Pacto de Varsovia, se acordó que la OTAN no se extendería sobre los antiguos países del Pacto. En lugar de ello, desde 1997 se han incorporado a la OTAN 14 nuevos países de la órbita de la extinta URSS, pasando la Alianza Atlántica de los 16 miembros antes de 1997 a los 30 actuales. Rusia considera un peligro y provocación la pertenencia a la OTAN de países limítrofes, ya que podrían albergar misiles que alcanzarían su territorio sin tiempo de reacción por su parte, motivo por el que exige su desmilitarización. En la mente de todos está la crisis de los misiles rusos en Cuba de 1962, donde Estados Unidos exigió su retirada, amenazando con un conflicto nuclear en caso de no plegarse a sus exigencias. El mundo entonces vivió aquellos momentos conteniendo el aliento ante lo que hubiera sido una confrontación nuclear de consecuencias devastadoras. Felizmente, la URSS retiró los misiles después de las oportunas negociaciones, donde obtuvo el compromiso de que Cuba no sería invadida y de la retirada de misiles americanos en algunos puntos de Europa, demostrando Nikita Kruschev y John F. Kennedy sensatez y pragmatismo para evitar males mayores y alcanzar un acuerdo con cesiones por ambas partes.

Gobiernos presididos por políticos populistas en la mayoría de los países, auténtico cáncer de la verdadera democracia, unido a una población cada vez más manipulable por los órganos de difusión de masas debidamente adoctrinados y con una opinión uniforme, han conducido al callejón sin salida en el que se encuentra la situación actual. Rusia ha comenzado su ataque, inicialmente restringido a los centros neurálgicos del sistema militar ucraniano, con sólo unos cientos de muertos hasta el momento, sin embargo, la masa de despavoridas mujeres y niños tratando de huir de los posibles bombardeos ha colapsado las vías de transporte hacia los países vecinos.

Los noticieros de todo el mundo cubren el desastre humanitario, con imágenes de testimonios de los afectados, a un nivel tan reiterado que satura la mente de cualquier persona mentalmente sana. La exagerada, y casi única, apelación a las emociones, el pathos de la retórica aristoteliana, para sensibilizar al espectador con ausencia de todo debate sosegado y racional, resulta reiterada, patética y lamentable, muestra de un periodismo sensacionalista y manipulador de ínfima calidad. En cambio, la información relativa a los hechos bélicos es casi inexistente, ya que por razones obvias se ocultan los verdaderos daños sufridos y se exageran los infringidos al enemigo. La desinformación es la habitual en todos los conflictos armados, plagada de bulos y propaganda política. Se han dado en TV imágenes que supuestamente corresponden a combates aéreos cuando en realidad correspondían a un videojuego, y también combates aéreos que se extrajeron de una película. Y aún más grave, se han mostrado imágenes de heridos que en realidad eran de 2014, o falsas imágenes de una explosión y heridos esparcidos por el suelo que resultó ser un posado. La credibilidad de las televisiones es nula para cualquier espectador que con un mínimo de sentido crítico busque y contraste otras fuentes de información más serias y veraces.

Ya manifesté en mi anterior artículo que considero esta guerra absolutamente absurda, evitable y extremadamente peligrosa por la escalada que puede desencadenar. Se ha militarizado a todos los varones ucranianos de entre 18 a 55 años, repartiendo armas entre los civiles que las solicitaron para desarrollar una milicia urbana, sin que éstos tuvieran ningún tipo de formación. Se ha procedido a la liberación de delincuentes presos para que colaboren en la defensa, además de promover la preparación por los ciudadanos de cócteles Molotov, entre otras medidas que pretenden implementar para enfrentarse al ejército ruso. Actitud que considero absolutamente populista y criminal, que sólo va a generar mártires inútiles como si las vidas humanas valieran tan poco que pueden desperdiciarse a cambio de unas cuantas imágenes de víctimas inocentes que echar en el saco del invasor. Sorprende no ver en ningún momento la intervención del ejército profesional ucraniano, que supuestamente ha sido entrenado y equipado con material occidental durante los últimos años. Esta ausencia solo puede ser entendida si se hubiera destruido toda su capacidad operativa con los misiles disparados en el primer día de conflicto, o por un filtro total de la información para la prensa. Sorprende no ver aviones en acción, ni helicópteros, solamente misiles impactando objetivos y tanques rusos. Es evidente la desinformación que se quiere trasmitir como parte de la estrategia propagandista de la guerra.

La desproporción entre los dos ejércitos es abrumadora. La OTAN no puede intervenir porque Ucrania no es país miembro, y si lo hiciera implicaría una confrontación directa con Moscú, que podría desencadenar un conflicto nuclear dando como resultado la destrucción de la mayor parte del planeta. Lamentablemente sobrevivirían los culpables, ya que las élites políticas tienen refugios atómicos que garantizarían su supervivencia, al menos a los efectos radiactivos inmediatos. Rusia no puede perder esta guerra y Ucrania no la puede ganar. El envío masivo de material bélico por parte de la Unión Europea es otra gran irresponsabilidad, ya que a mayor resistencia mayor número de víctimas.

Los burócratas y políticos de los países de la Unión Europea han tomado parte por el conflicto. En lugar de adoptar una posición pragmática de solución pacífica, han espoleado la lucha, pero sin intervenir directamente en ella, con el envío de armas y unas sanciones económicas de hondo calado. Entre personas juiciosas, este conflicto no tendría que haber desembocado en una guerra cruel, en la que pierden todos. No era este el momento de héroes románticos o mártires por la patria, como si retrocediéramos al siglo pasado, sino de diplomacia basada en la racionalidad y el pragmatismo. Lamentablemente jugamos en desventaja. Putin tiene un plan largamente estudiado mientras que la Unión Europea improvisa sin medir las consecuencias de sus actos, fruto de complicados consensos de 27 voluntades diferentes, como si fueran decisiones unidireccionales sin consecuencias negativa alguna. La deriva militarista que va emprender Europa va a suponer un foco de nuevos problemas en un mosaico de naciones que han luchado entre sí durante milenios, donde poco las une, salvo los intereses económicos, y sin un elemento cohesionador como sería un idioma común. Nunca podrán competir en nivel de igualdad con los otros grandes poderes del nuevo orden mundial: Estados Unidos, China y Rusia, a los que previsiblemente se irán uniendo en el futuro otros actores, como puede ser India y, tal vez, Japón.

El presidente ucraniano Zelenski, actor antes que político, haciendo gala de sus dotes interpretativas, ha representado su papel a la perfección para crear una imagen de héroe populista, un nuevo David frente a Goliat. Tal vez en la época superficial en la que nos toca vivir sea ensalzada su figura, e incluso elevado a la categoría de héroe, pero no se recordará que será a costa de llevarse por delante a muchos miles de compatriotas, a la vez que deja sembrado un rastro de eternos odios y sufrimientos imposibles de restañar en el futuro. La humanidad necesita crear este tipo de figuras míticas a quienes encumbrar, especialmente en una época materialista desprovista de creencias religiosas y otros ideales y valores más profundos y humanitarios.

El envío de material militar ofensivo por parte de la Unión Europea presupone una escalada en el conflicto difícil de parar. Se ha apelado a los sentimientos, transmitiendo a la opinión pública que la agresión a Ucrania era como una agresión a toda la Unión Europa, a la vez que un anticipo de lo que podría ocurrir al resto. Un error cualquiera, de los muchos que pueden surgir en una guerra, puede dar lugar a un episodio, como el ocurrido con el derribo del avión de Malaysia Airlines en julio de 2014, que desencadene una represalia y escalada bélica de consecuencias imprevisibles.

Además de las medidas militares comentadas, se han impuesto una serie de sanciones económicas a Rusia, de las mayores jamás acordadas contra un Estado. Las consecuencias que este bloqueo tendrá en la economía rusa serán significativas, si bien desconocemos su capacidad de bloqueo del país, ya que eran reacciones previsibles que sin duda tuvieron en cuenta los estrategas rusos antes de iniciar su ofensiva. Rusia ha respondido con la misma moneda, teniendo en su manga el as que supone el suministro de gas del que Europa es fuertemente dependiente. La alternativa a esta fuente de suministro es la compra de gas en otros mercados, especialmente USA, que llegaría licuado en barcos metaneros. Hay que precisar que esta solución presenta varios problemas, ya que no hay suficientes barcos para hacer frente a una demanda tan extraordinaria, y al mismo tiempo se debe significar que no hay plantas de regasificación en Alemania. Además del problema de abastecimiento de gas, que ha desencadenado un alza de precios extraordinaria, no podemos olvidar el resto de materias primas de las que Rusia es fundamental productor y cuyos precios también se han disparado, que afectarán negativamente a la actividad económica.

El embargo de venta de componentes electrónicos y otros productos a Rusia, el bloqueo bancario y de fondos rusos en bancos occidentales, supone al mismo tiempo la pérdida de un mercado importante para muchas empresas europeas y españolas. Rusia es evidente que también va a bloquear las cuantiosas inversiones europeas y americanas en su mercado. Toda acción genera una reacción, y en un mundo interrelacionado las medidas de bloqueo generan un efecto boomerang que también afecta a quien las propone. Es como tirar piedras en el propio tejado.

Una consecuencia inmediata del conflicto bélico ha sido el alza en vertical del precio de los combustibles, que unidos a la inflación generada por la inundación de dinero que generosamente se repartió en la Unión para luchar contra los efectos de la pandemia del covid-19, hacen presumir un incremento de precios para este año que alcanzará los dos dígitos. Esta política irresponsable va a representar el empobrecimiento de toda la población de la UE, especialmente de los jubilados y pequeños ahorradores que van a ver como sus ahorros de toda una vida se diluyen. Podemos decir adiós a la estabilidad que durante muchos años garantizaba la férrea disciplina presupuestaria alemana, y que en buena medida es la responsable del éxito de euro hasta el momento presente y del desarrollo económico de toda la Unión Europea. Si los burócratas europeos no reaccionan y se liberan de las políticas llamadas progresistas, que han inundado el mercado de dinero puramente fiduciario, a tipo de interés cero, unido a unos niveles de endeudamiento de los países miembros tan elevado que queda fuera de toda duda racional su incapacidad de devolución, estamos abocados a una inflación que puede acabar con la estabilidad social y con el bienestar de la que hemos disfrutado tan alegremente. Para ejemplificar el proceso en el que estamos, diríamos que es la argentinización de la economía europea. La riqueza no es un maná gratuito y no se puede repartir una tarta que previamente no ha sido confeccionada.

Queramos admitirlo o no, estamos en guerra. Y una guerra es un acontecimiento terrible, con miles de muertos, mutilados, ruina, destrucción, sufrimiento y mucho odio. Unido a todos estos males, la pobreza, más o menos intensa dependiendo de la cercanía a los lugares del conflicto. Los peores vaticinios se han cumplido. La decadencia de occidente es un hecho, y previsiblemente nos va a tocar vivir la caída de un sistema de vida privilegiado que no hemos sabido conservar. En lo más profundo de mí, espero y deseo que ese sombrío vaticinio no se cumpla, y que quienes manejan el timón sepan reaccionar a tiempo evitando el impacto con el iceberg.

A la vista de todas las desgracias que han ocurrido, y las que previsiblemente han de venir, cuya magnitud desconocemos, así como a los riesgos de una escalada en el conflicto que termine en un enfrentamiento nuclear, me pregunto, ¿merecía la pena pagar tan alto precio por una simple cuestión de neutralidad de Ucrania?.


No hay comentarios:

Publicar un comentario