2022-03-27
Guerra ruso-ucraniana – Primer mes de lucha
Cumplido ya un mes desde el inicio de las hostilidades, es casi obligado un primer balance de los acontecimientos. Los distintos canales de televisión ofrecen de forma prácticamente uniforme las imágenes facilitadas por los órganos de propaganda del gobierno ucraniano. Los corresponsales de guerra de las distintas televisiones informan desde Kiev, Lviv u Odessa de las noticias facilitadas por los órganos oficiales, lejos del frente de batalla y bien pertrechados de casco y chaleco antibalas para una mejor dramatización de la situación bélica. Personalmente, tengo la impresión de que, hasta el momento, es la cobertura de un conflicto armado más descafeinada y parcial que recuerdo. Así las cosas, y para justificar su cometido, casi en exclusiva, se aplican sobremanera en entrevistar a las mujeres desplazadas o refugiadas que hablan del dramatismo de quien se ve obligado a abandonar su hogar para proteger su vida y la de sus hijos.
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Una guerra es algo terrible, atroz, despiadado, y cuantos calificativos más queramos añadir. La condena de la guerra es incuestionable, pero este hecho no puede impedir el análisis de los hechos que la han desencadenado. Es responsabilidad de los políticos, representantes de la ciudadanía, la negociación de los conflictos para llegar a soluciones pactadas que eviten el terrible juicio de las armas como árbitro de las diferencias. Así pues, los primeros responsables de la guerra son aquellos que no han sabido evitarla. En posts anteriores he expresado mi opinión sobre la responsabilidad de la OTAN en este conflicto. Su ansia expansionista la llevó a pretender la incorporación a la Alianza de todos los países de la antigua órbita soviética, incluidos aquellos que limitaban directamente con la Federación Rusa: Ucrania, Georgia y Moldavia en una primera instancia, para continuar con Bielorrusia, Azerbaiyán y Armenia, cuando las condiciones lo permitieran. En esta situación formarían parte de la OTAN todos los países que limitan directamente con Rusia, incluidos los caucásicos, con la excepción, por el momento, de la neutral Finlandia. No es difícil imaginar la reacción de Estados Unidos si México estableciera una alianza con China, como ya la tuvo cuando la URSS instaló misiles en Cuba en la famosa crisis de 1962.
En la era de la telebasura, casi en exclusiva se focaliza la atención informativa en el tema estrella de cada momento, conscientes de que las neuronas de la sociedad no dan para más. Así, pasamos del monotema de la pandemia, al de las elecciones de Castilla y León, para continuar con la crisis del PP, el supuesto negocio corrupto de un miembro del PP, el volcán Cumbre Vieja, la guerra de Ucrania o la huelga de transportes. Las tertulias políticas, nutridas siempre de los mismos participantes, se convierten en un show donde cuenta más el espectáculo que el análisis objetivo de los temas a debate. Los enfrentamientos destemplados entre los participantes se contemplan como un combate de boxeo o, en otros casos, como un coro de loas en una defensa vergonzosa de la acción de gobierno y descalificación de cualquier oposición, a la que sistemáticamente se califica de extrema derecha o fascista. Así, los tertulianos, fieles peones del medio al que representan, opinan de todo sin saber de casi nada. Opinan con desparpajo tanto de asuntos médicos como de temas bélicos, evidenciando la máxima de que no hay nada más atrevido que la ignorancia. Cualquier espectador, con un mínimo sentido crítico y algo versado, se queda atónito ante ciertas opiniones de alguna joven periodista, que nada sabe de la guerra en su confortable y excitante vivir cotidiano, lleno de emociones personales pero vacío de auténtica experiencia vital, opinar sobre el conflicto y sus estrategias militares sin haber cogido un fusil en sus manos, haber hecho un servicio militar, ni leído un simple tebeo de hazañas bélicas y, no digamos, un tratado de estrategia militar.
En un sistema informativo tan manipulado y falto de profesionalidad, el único camino disponible para tener una mínima imagen de la realidad es diversificar la información a través de los medios internacionales e internet. Hay que precisar que todos ellos son tributarios de sus intereses, pero filtrando las distintas informaciones con sentido crítico y con el bagaje de un cierto conocimiento histórico y la experiencia del desarrollo de conflictos anteriores, se llega a una fotografía bastante aproximada de la realidad. Sigo prestando especial atención a The Economist, que, aunque alineado con la postura occidental, ofrece un análisis bastante acertado de las consecuencias económicas, sociales y geoestratégicas derivadas del conflicto. En cuanto a televisión internacional, al margen de Al Jazeera y algunas entrevistas de BBC Wold News, he encontrado un canal hindú cuyos análisis del conflicto me han parecido de lo más ecuánime que se ha ofrecido. Se trata de WION TV, especialmente un espacio diario que titulan Gravitas y presenta Palki Sharma. Por supuesto, existen muchos otros puntos de información que se pueden encontrar navegando por internet y que cada uno sabrá descubrir si siente el interés y la inquietud por conocer otra perspectiva más ajustada a la realidad de la que ofrece la línea oficial.
A estas alturas del conflicto creo que se pueden sacar las siguientes conclusiones:
Toda la información en los medios es pura propaganda de guerra, parcial obviamente, sesgada hacia la parte ucraniana. Se informa de las cuantiosas bajas de los rusos, calificando de insignificantes las propias. Se han destruido numerosos carros de combate rusos, por una mínima parte de los propios. De los cientos de misiles rusos sobre instalaciones estratégicas nada se dice de los daños causados, focalizando la atención en los edificios civiles afectados. Estos datos no encajan con el otro aspecto que nos pretenden ofrecer, una lluvia continua de misiles que arrasan ciudades, pero que milagrosamente no producen víctimas militares y solo se ceban con los civiles, que hasta el momento se cifran en algo más de un millar. Hay que decir que una sola víctima humana ya es una tragedia, pero no podemos ser ingenuos, ya que una guerra no es un juego, donde se producen daños colaterales ocasionados por cualquiera de los bandos en conflicto. Si sólo se reconocen poco más de mil víctimas civiles después de tantos cientos de misiles, se contradice con el hecho de calificar la intervención rusa como un genocidio. Si se bombardean bloques civiles, hay que suponer que muy posiblemente contienen focos de resistencia militar ucraniana. Hay que deducir que los rusos están poniendo especial cuidado en no masacrar a la población civil, ya que en caso contrario las víctimas se contarían por decenas de miles.
Se hace especial hincapié en la crueldad del ejército ruso al bombardear escuelas y hospitales. Dejando a un lado un posible accidente o error, el bombardeo del teatro de Mariúpol que albergaba a un millar de personas, se dice produjo 300 víctimas, de las que curiosamente no se han visto imágenes ni se tiene evidencia alguna de dichas víctimas. Del bombardeo de un hospital materno-infantil, con una mujer embarazada saliendo en camilla y ensangrentada, no se ha visto ninguna otra evidencia de otros afectados, con independencia de que algunos medios indican que la escena de la mujer era un posado para la propaganda oficial. Por el contrario, sí se han mostrado las imágenes de los entierros en fosas comunes de víctimas en Mariúpol. En una palabra, que la información es de parte, no está contrastada y faltan evidencias que confirmen su veracidad. El hecho mismo de censurar el canal de televisión Rusia Today es impropio de la sociedad occidental y de su derecho básico a la libertad de expresión, impidiendo un adecuado contraste de las informaciones.
Se dice que el ejército ucraniano ha conseguido neutralizar la invasión rusa. Es evidente que el ejército ruso tiene la iniciativa, asumiendo con ello un mayor riesgo y desgaste. Es relativamente fácil crear emboscadas y golpes de mano, que aparentemente son muy exitosos pero que en el desarrollo de una guerra son meras anécdotas, sin mayor efecto práctico que desmoralizar a las tropas enemigas si éstos se repiten con asiduidad. En mi opinión, Rusia domina el espacio aéreo y marítimo sin discusión. En el avance por tierra y especialmente la toma de ciudades entra en juego la infantería, lo que equilibra considerablemente las fuerzas. En la toma de una ciudad no son útiles los tanques ni la artillería, excepto en una fase previa para ablandar las líneas enemigas. El coste humano en víctimas siempre es mucho mayor para el invasor que para quien espera parapetado en trincheras o puntos estratégicos.
La guerra de guerrillas es demoledora para el ejército invasor. Con pocos efectivos se puede golpear al enemigo reiteradamente, minando su moral y causando bajas significativas. La historia está plagada de hechos que avalan esta afirmación. Viriato se enfrentó a las poderosas legiones romanas venciéndolas reiteradamente, y sólo su asesinato por un traidor permitió el sometimiento de los lusitanos al dominio de Roma. La resistencia de los numantinos frente a las legiones romanas sólo pudo ser sofocada con un asedio de la ciudad que prácticamente aniquiló por hambre y enfermedad a todos los celtíberos allí concentrados. En tiempos más recientes también asistimos a la derrota de los Estados Unidos en Vietnam y Afganistán, finalizando su intervención con retiradas vergonzosas, abandonando a su suerte a sus aliados a los que habían prometido apoyo sin límites. Tampoco Rusia se escapa de estas inesperadas derrotas en la montañosa Afganistán contra los rebeldes islámicos muyahidines.
A día de hoy parece que Rusia consiguió sus objetivos de neutralizar la fuerza aérea, los sistemas de alerta, principales aeropuertos, bases militares y otros objetivos esenciales para el ejército ucraniano. Hay que suponer que ahora estará concentrado en destruir los depósitos de material facilitado por occidente al ejército ucraniano. Rusia es muy vulnerable a los misiles anticarro y contra helicópteros. Éstas con las armas más eficaces facilitadas por occidente que pueden ser letales para el ejército ruso en su aproximación a las ciudades. La única respuesta rusa posible para minimizar sus pérdidas es ablandar la resistencia a base de artillería pesada y misiles o bien el asedio hasta la rendición.
En toda gran organización hay elementos incompetentes y errores de cálculo, pero suponer que el ejército ruso ha sido sorprendido por la resistencia ucraniana me parece una exageración. No podemos olvidar las guerras en las que ha estado implicado recientemente, Chechenia, Georgia y Siria, que han supuesto una experiencia de fuego para un amplio grupo de sus mandos. La inteligencia rusa debería tener una información muy detallada de los objetivos a alcanzar y de las fuerzas a enfrentar. Lo que sin duda ha sido un elemento novedoso, y seguramente no previsto, ha sido la actitud e impacto popular de Volodimir Zelenski.
La campaña mediática del presidente ucraniano ha sido absolutamente exitosa. Sus dotes de actor han sido explotadas al máximo, con una estrategia cuidadosamente estudiada para convertirlo en un ídolo de masas, en un héroe nacional y campeón del mundo libre contra el tirano ruso. Ha proyectado al mundo la imagen de un país inocente invadido por una potencia muy superior, que se ve abandonado por quienes le prometieron apoyo y acogimiento en sus estructuras políticas y militares. En una sociedad globalizada, su apelación a los sentimientos humanitarios hacia las víctimas civiles y millones de desplazados ha hecho sentir al mundo entero como partícipe de esa tragedia. Ha sabido transmitir su sentimiento de abandono por occidente que incumplió sus promesas previas de protección y amparo y, por tanto, culpable de la barbarie de esta guerra. Es reiterada su apelación a la ayuda militar de la OTAN para poder resistir la invasión, donde el pueblo ucraniano es el baluarte y barrera de contención de occidente frente al despiadado invasor ruso. Hay que reconocer que, a nivel mundial, el mensaje ha calado y pocas voces discordantes se pueden oír al respecto.
Occidente ha respondido con generosidad a su llamamiento, facilitando armas que igualan las condiciones de enfrentamiento directo en el frente terrestre. También ha acogido sin ningún tipo de restricción a los más de tres millones de refugiados que han huido de la guerra. Se le ha dado audiencia mundial a través de sus intervenciones en los parlamentos de casi todos los países occidentales. Sin duda la guerra de la propaganda la ha ganado de forma aplastante, al tiempo que la demonización de Rusia perdurará por mucho tiempo. Lo único que no ha conseguido es la intervención directa de la OTAN que hubiera supuesto una escalada bélica a nivel global y el riesgo cierto de un conflicto nuclear de consecuencias apocalípticas.
Desconocemos la estrategia de Rusia y cuáles van a ser sus movimientos futuros. Es dudoso pensar que Rusia se dé por vencida y se retire sin conseguir sus objetivos iniciales que recordemos eran la neutralidad de Ucrania, la autonomía de las repúblicas del Donbáss y el reconocimiento de la anexión de Crimea. Toda esta tragedia se hubiera podido evitar con una negociación previa sobre estas demandas que tienen argumentos perfectamente defendibles. En mi opinión, son la OTAN y Ucrania, junto con Rusia, las responsables de no haber alcanzado un acuerdo pacífico, de haber colocado al mundo al borde de una guerra nuclear, de haber destruido un país, provocado miles de muertos y heridos, así como unos odios que durarán por generaciones, entre otras muchas consecuencias globales que sufriremos conjuntamente.
Las draconianas sanciones impuestas a Rusia con el ánimo de asfixiarla económicamente, inspiradas por Estados Unidos, no son la solución correcta. Están produciendo una regresión mundial a la situación de la guerra fría, una reconfiguración de bloques de influencia que serán foco de nuevos conflictos internacionales de carácter regional, unido a una carrera armamentística a nivel mundial. La diplomacia, desarme y distensión de las últimas décadas darán paso a los nacionalismos, autarquía y enfrentamientos bélicos para resolver los conflictos del siglo XXI. Las consecuencias económicas de este nuevo orden mundial están por ver, aunque ya se intuyen sus efectos. El único país beneficiado a corto plazo vuelve a ser Estados Unidos. Ya ha conseguido en la Unión Europea un nuevo destino para sus excedentes de producción de gas natural y petróleo sustituyendo a Rusia como proveedor a un precio bien superior. El rearme europeo también es otro incentivo para la industria armamentística americana que es líder indiscutible en la industria militar con empresas como Lockheed Martin, Boeing, Raytheon y Northrop Grumman.
La irresponsable política económica implementada por el BCE para amortiguar los efectos de las últimas crisis ha inundado el sistema financiero con dinero gratuito. Sus efectos negativos no han tardado en manifestarse. La inflación ha hecho aparición, primero tímidamente en el pasado año y ahora de forma violenta. El mes de marzo del corriente año 2022 rondará el 10%, niveles no vistos en los últimos 40 años. Las sanciones impuestas a Rusia, si no se levantan progresivamente, van a producir tanto daño en el sancionado como en los sancionadores. Las materias primas producidas por Rusia no tienen sustituto a día de hoy, siendo la subida de precios el único factor para equilibrar el mercado de oferta y demanda. La escalada de precios y salarios, en una espiral sin fin, producirán la ruina de los ya castigados ahorradores, que verán como sus ahorros, que ya no recibían ninguna retribución, van a perder valor aceleradamente además de ser gravados todavía más por unos impuestos cada vez más confiscatorios. Los pensionistas serán los principales perjudicados. Muchos sectores productivos saldrán a la calle a reivindicar solución a sus problemas, pero el gobierno socialista no contempla en ningún caso una reducción del gasto, limitándose a intentar aplacar las demandas más prioritarias e imperiosas en una cadena sin fin.
Es lamentable que esta situación de desequilibrios económicos no se enfoque correctamente cuando ya ha sido vivida en la historia del siglo XX en varias ocasiones. La visión cortoplacista de los políticos les impide tomar las medidas adecuadas, intentando apagar los fuegos más inmediatos sin darse cuenta que eso táctica lo que provoca son otros más grandes y violentos. La falta de visión de estado y la incompetencia de la clase política no pueden conducir más que a la catástrofe. Es lamentable que algunos que se titulan como economistas se paseen por los platós televisivos predicando una demagogia progresista imposible fundada en una mayor carga impositiva e incremento de la deuda pública, olvidando los principios de la economía clásica que encierran la auténtica solución por dura que sea. No se puede salir de ninguna crisis si no se aplican los principios de libre mercado con mínimo intervencionismo público y equilibrio de las cuentas públicas, con los matices necesarios en los procesos de ajuste. Solo el liberalismo ofrece unas bases sólidas para la prosperidad económica. El intervencionismo no hace más que provocar desequilibrios estructurales que siempre desembocan en crisis globales donde finalmente sufren más aquellos a quienes la izquierda dice querer proteger.
A la crisis económica que se avecina, de consecuencias mundiales, hay que añadir la crisis alimentaria. Ante la perspectiva de bloqueo de las exportaciones de trigo y otras producciones de los países en conflicto, los precios de los alimentos se han disparado. Esta reacción va a producir que los países más pobres se enfrenten a la escasez de lo más necesario para alimentar a su población. Las hambrunas en países africanos ocasionarán crisis migratorias de difícil solución. ¿Cómo Europa va impedir su llegada sin ser acusados de xenófobos cuando se han abierto las puertas tan generosamente a los refugiados ucranianos?
Un análisis más detallado excedería en mucho la extensión que pretendo para esta reflexión, pero solo cabe señalar, para concluir, que el fenómeno económico y social que se está produciendo podríamos compararlo, a título de ejemplo, a un terremoto con sucesivas sacudidas, que se prolongarán en el tiempo hasta que las placas tectónicas consigan un nuevo equilibrio sobre el magma que es la sociedad en ebullición. En esta búsqueda del equilibrio, los temblores provocarán grandes catástrofes, en muchos casos unas serán consecuencia de las otras. De igual forma que un terremoto puede producir un sunami que arrase con cuanto encuentre a su paso, incendios, fugas radiactivas o destrucción de infraestructuras que impidan la llegada de ayuda, solo por citar algunas, así puede ocurrir en el caos en que estamos metidos. No cabe duda que esta guerra estúpida sólo es la chispa que ha encendido la mecha que pondrá al descubierto todos los desequilibrios latentes en el orden mundial. Nos tocará vivir en los próximos años acontecimientos no esperados por esta sociedad alegre y confiada que creíamos inamovible.
¿Merecía la pena esta estúpida guerra por un conflicto perfectamente resoluble en la mesa de negociaciones?
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