2022-01-24
Conflicto Rusia-Ucrania
La acumulación de tropas rusas en su frontera con la República de Ucrania hace presagiar un conflicto de imprevisibles consecuencias. Los medios de comunicación comienzan a dar proyección a la noticia, aunque el ciudadano medio sigue ajeno al peligro real que nos amenaza.
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Las consecuencias de una guerra son aterradoras. Muchos todavía conservamos el recuerdo de la guerra de los Balcanes, el último conflicto armado en Europa después del final de la II Guerra Mundial. Se firmó el armisticio en 2001 después de 10 años de violencia extrema, con estimaciones que sitúan la cifra de muertes en 200.000, millones de desplazados y regiones completas totalmente arrasadas. Veinte años después, las zonas afectadas directamente por el conflicto todavía no se han recuperado de los desastres materiales, sufriendo sus pobladores las carencias y pobreza que ello conlleva. Comerciantes arruinados sin capacidad para rehacer sus vidas, familias destrozadas y sumidas en la indigencia, centros de trabajo destruidos, en definitiva, miseria generalizada. Las secuelas emocionales y aún físicas son todavía más horribles: mutilaciones, violaciones, pérdida de seres queridos, sin contar las torturas y exterminio de poblaciones enteras bajo la justificación de la limpieza étnica, el odio retroalimentado y la barbarie del ser humano cuando se ve enfrentado al dilema de matar o morir, sin el amparo de ley alguna, movido exclusivamente por el instinto básico de supervivencia.
Exhibición del potencial militar ruso en la Plaza Roja de Moscú
Una guerra se sabe cómo empieza, pero no cómo acaba. Una vez rotas las hostilidades, afloran las pasiones más viscerales que cierran la puerta a la razón, tan propias del ser humano en situaciones límite, que llegan a marcar el propio curso de los acontecimientos. Esas pasiones desbocadas, libres del freno del sentido común y de la ley, hacen que incluso las decisiones políticas se vayan improvisando o, mejor dicho, adaptándolas a la reacción de la propia población. Afloran con toda intensidad lo más visceral del ser humano, donde se mezclan los sentimientos de patriotismo, resentimientos del pasado, odio al enemigo, venganza de la barbarie sufrida, si bien considerando la propia como justificada. Este caldo de cultivo se va reproduciendo e incrementando, extremando la violencia y amplificando cualquier daño o afrenta sufridos.
Rusia fue un gran imperio, siempre a caballo entre Europa y Asia, lo que da muestra de su inmensidad y el poder que ello conlleva. En el pasado se infravaloró su potencial por las condiciones climáticas extremas que sufría gran parte de su territorio. Hoy en día es una gran reserva de recursos naturales, tanto energéticos como minerales, que han permanecido vírgenes bajo el subsuelo de las heladas regiones siberianas y que hoy, gracias a la tecnología, están siendo puestas en explotación. Su población es relativamente baja, 144 millones de habitantes, pero en la era de la tecnología y del predominio digital es un factor secundario, ya que predomina la calidad sobre la cantidad.
La disolución de la URSS en 1991, precedida por la caída del muro de Berlín en 1989, supuso un cambio sustancial en los equilibrios geopolíticos del mundo. Simultáneamente se produjo la disolución del Pacto de Varsovia, el antagónico de la OTAN, que era el tratado de defensa mutua de los países en la órbita soviética. Todo hacía pensar que aquellos acontecimientos suponían el final de la guerra fría y de las tensiones entre bloques. Se produjo una gran euforia considerando que el sistema de las democracias liberales y su desarrollo económico habían vencido pacíficamente a las dictaduras comunistas de sistemas planificados centralizados e ineficientes. Las distintas repúblicas socialistas que integraban la URSS se reconvirtieron en regímenes democráticos de economía liberal, más o menos autoritarios.
Roto el Pacto de Varsovia, aprovechando la descomposición de la URSS y el vacío de poder real, algunos países del bloque del Este se acercaron a la UE solicitando su ayuda e integración. Así, sucesivamente, en 2004 se incorporaron a la OTAN la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Hungría, y en 2007 lo hicieron Rumanía y Bulgaria. Entre el 2009 y el 2020 se integraron Albania y el resto de las repúblicas de la extinta Yugoslavia, excepto Servia y Bosnia. Siguiendo el mismo proceso de asimilación a Occidente, todos estos países ya forman parte de la UE, excepto Servia, Montenegro, Bosnia, Macedonia del Norte y Albania.
Proceso de integración en la OTAN de los actuales países miembros
Rusia ha visto como su radio de influencia se ha ido reduciendo desde la disolución del Pacto de Varsovia, aumentando su preocupación a medida que la OTAN, su antagónico, se ha ido expansionando hasta sus fronteras. Esta inquietud ha llegado a un punto límite cuando se pretende integrar también territorios que han pertenecido históricamente a su imperio y cultura y constituyen frontera directa con su territorio. En este mismo período, Rusia ha sufrido una transformación radical en su economía y sociedad, adaptándose a la nueva situación mundial, liberalizando su economía, y adoptando procedimientos democráticos en sus estructuras políticas, al menos, formalmente. Al mismo tiempo ha recuperado parte de su protagonismo en conflictos internacionales, como el que actualmente afecta a Siria y otros en el continente africano.
Tras los convulsos primeros momentos del colapso de la URSS, Rusia ha ido ganando estabilidad y renovada confianza en su capacidad militar, que ha conservado y modernizado de su pasado reciente. Con Putin consolidado en el poder, ha vuelto a extender su influencia a otras partes del mundo en conflicto, jugando ya en algunos de ellos un papel clave en su desarrollo. Por otra parte, ha demostrado su poder y eficacia en nuevas áreas de lucha y revolución, como lo es la guerra digital. Ha jugado un papel clave en la desestabilización de la Unión Europea, especialmente en el proceso de salida del Reino Unido. Igualmente interviene en cuantos conflictos regionales se presentan, como el caso de apoyo a los separatistas catalanes en el caso de España, participando con programas de desinformación de gran trascendencia en las redes sociales.
La sucesiva deriva prooccidental de las antiguas repúblicas socialistas europeas, atraídas por el desarrollo económico de la UE, y su incorporación a la estructura militar de la OTAN, ha producido la alarma en el gobierno ruso que ve como su posición estratégica se debilita. Por otra parte, alegan los rusos que se ha incumplido el compromiso de Occidente de que la OTAN no se ampliaría a los antiguos estados del Pacto de Varsovia. La OTAN contraargumenta afirmando que los países son soberanos para tomar sus decisiones.
Miembros de la OTAN en la actualidad (30 Países)
La posibilidad de que Rusia invada Ucrania son reales y altamente probables. No creo que se trate de una simple exhibición de fuerza. Las condiciones mundiales nunca fueron tan favorables para Rusia. Enfrente tiene a una UE desunida, como es habitual en todo conflicto internacional, debilitada tras la salida del Reino Unido, con una dependencia energética del gas insustituible a corto plazo como consecuencia de la irresponsable y precipitada política de lucha contra el cambio climático. Alemania ha desconectado su última central nuclear quedando totalmente dependiente del gas ruso. Estados Unidos, con un presidente débil e impopular que acaba de protagonizar una vergonzosa retirada de Afganistán, es la baza fundamental a favor de Putin. La situación de crisis económica general producida por la pandemia del covid-19 es otro factor a tener en cuenta. Finalmente, los gobernantes populistas e incompetentes de muchos de los países europeos, que representan sociedades débiles en descomposición por ausencia de valores que se traduce en la elección de tales líderes, son otro factor esencial a tener en cuenta en el tablero del juego de la guerra.
Putin es un autócrata que, asumiendo todas las críticas ciertas al sistema democrático ruso, ha manipulado a su voluntad dicho sistema para perpetuarse en el poder. Es un político frío y calculador que ha trasmitido a su pueblo un nuevo orgullo de nación, de autoridad y de orden, valores apoyados por el pueblo ruso en su conjunto. Contrariamente, el bloque occidental se encuentra en el momento de mayor decadencia social de su historia, debatiendo sobre feminismo y sus cuotas de poder, racismo, libertad de emigración, minorías LGTBI, carencia de valores, pérdida de la identidad nacional, en definitiva, el resultado de una ingeniería social que ha soltado amarras del puerto de la racionalidad para embarcarse en un viaje hacia una utopía inexistente y que previsiblemente acabe en un catastrófico naufragio. A fin de cuentas, es lo que ha ocurrido siempre en la historia: a ciclos de bienestar y de relajamiento social le siguen la decadencia de los valores que les permitieron el logro de ese bienestar. La consecuencia siempre ha sido un cataclismo bélico que destruye el orden vigente para dar vía a una nueva sociedad que comienza su desarrollo sobre las ruinas del anterior.
Todos los imperios, movimientos culturales y sociales e incluso la economía, están sometidos a ciclos. Nacimiento, expansión, decadencia y extinción sustituidos por un nuevo orden. En todo conflicto subyace una guerra de valores.
Occidente enarbola la bandera progresista, resultado de una ingeniería social, consistente en debilitar las instituciones que son esenciales para mantener la cohesión y fortaleza de la sociedad: libertad del individuo, defensa de sus derechos fundamentales, familia y nación, todo ello bajo el imperio de la ley que garantice la protección del individuo, la propiedad privada y la igualdad de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones. Lamentablemente, el resultado de la progresía actual es la degradación de la enseñanza, debilitamiento de la institución familiar, una justicia progresista que desafía la razón, intromisión del estado en la libertad del individuo cuestionándose la libertad individual, ruptura del principio de igualdad ante la ley so pretexto de defensa de las minorías, quiebra del principio de autoridad y respeto a las fuerzas de orden público, degradación del concepto de nación y patriotismo. Esta ingeniería social llamada “progre” ha creado una sociedad formada por una masa amorfa, manipulada por los medios de comunicación vendidos al poder, que sigue ciegamente los dictados de los dirigentes populistas que ha elegido y que, debido a su incapacidad manifiesta, nos acercan peligrosamente al punto de la propia autodestrucción.
Estado actual de la OTAN y su posición frente a Rusia con los países candidatos a su incorporación
Enfrente nos encontramos con dos potencias de dimensión global, con gobiernos autoritarios, Rusia y China, que con Irán y otros países de segundo orden constituyen una formidable fuerza de combate. Este bloque heterogéneo, con ligeros matices, ha adoptado el sistema económico liberal. Rusia es un supuesto régimen democrático, pero con un riguroso control de la oposición y limitaciones en su acción política. China, por el contrario, se basa en un partido único, el Partido Comunista, y un férreo control político de los disidentes. Las consecuencias de estos sistemas autoritarios son que los ciudadanos ven limitados sus derechos, pero el Estado es fuerte por carecer de oposición que entorpezca sus decisiones.
A toda acción le sigue una reacción. Si se desencadena la guerra pueden darse varios escenarios. En el mejor de los casos afectaría solamente a Ucrania. Si la OTAN reacciona atacando a Rusia, ésta responderá con la misma contundencia, lo que llevaría a implicar directamente a todos los países que la componen, quedando todos bajo la amenaza de los misiles rusos. En un mundo tan interrelacionado, posiblemente intervendrían otros contendientes aprovechando la situación, como puede ser Irán respecto a Israel, o China atacando a Taiwan, Corea del Norte contra su vecino del sur, y así sucesivamente. Viejos conflictos podrían reavivar el fuego y llegar a una situación real de guerra mundial total como nunca se ha vivido en la humanidad. Puestos ya a vislumbrar las consecuencias, el último paso sería la guerra nuclear que supondría la extinción masiva de la población. Insisto, las guerras podemos saber cómo empiezan, pero su desarrollo es imprevisible y su punto final depende solo de la locura de los líderes implicados. En mi opinión, nunca hubo líderes tan incompetentes al frente de los gobiernos del mundo, razón por la que el peligro de la catástrofe es mayor que nunca.
En la sociedad y en la política, igual que en el mundo físico y en la naturaleza, a toda acción que altera el equilibrio existente le siguen movimientos imprevistos, a veces de consecuencias indeseables, para alcanzar un nuevo equilibrio. No hay ninguna decisión política independiente que no produzca reacciones no deseadas. El problema surge cuando se pretende resolver un supuesto problema alterando el normal y espontáneo estado de la sociedad. Las leyes que promulguen, no solo alterarán aquel efecto directo que se quiere cambiar, sino que desencadenan un rosario de consecuencias, a veces, con efectos mucho más contraproducentes que el problema que se pretendía resolver.
En mi modesta opinión, es tanto lo que se juega en el presente envite, que lo sensato sería aceptar la neutralidad de Ucrania, a largo plazo muy beneficiosa para ese país, y de esta forma desarmar el desafío ruso. Lo contrario supondría colocarnos al borde del abismo. Una actitud altanera e inflexible mostraría una manifestación clara de haber perdido el norte en este conflicto, bajo el pretexto de defensa de los valores occidentales. No tengo mucha confianza en la cordura de los políticos más ineptos que ha visto la humanidad hasta el momento presente. Si estos malos augurios se produjeran debemos mentalizarnos para tiempos nunca imaginados, que incluso las más catastrofistas películas futuristas no han llegado a reflejar.
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